Gideon Fell

The Black Spectacles (1939) del autor inglés John Dickson Carr (1906-1977), es la décima de las 23 novelas publicadas entre 1933 y 1967 con el doctor Gideon Fell, un detective aficionado, un tanto excéntrico, que frecuentemente era llamado por Scotland Yard.

Las tres primeras partes de este thriller llevan el título “View Through the Spectacles”. El de la cuarta parte es “The Spectacles [are] Removed”. La falta de fiabilidad de los testigos de un crimen (o de un evento cualquiera) es el leitmotiv de este thriller. La idea es que todos los testigos son incapaces de describir con exactitud lo que ven o escuchan. Que portan, metafóricamente hablando, espejuelos, gafas o anteojos oscuros (black spectacles). Que cada espectador produce una versión, y que aparecen tantas versiones como son los espectadores.

The Black Spectacles se desarrolla en Sodbury Cross, un pueblo de la campiña inglesa. Es una novela clásica de misterio de habitación cerrada.

La joven Marjorie Wills vivía con su tío Marcus Willis quien era el hombre más rico de Sodbury Cross y dueño de la mansión Bellegarde. Si bien Marjorie nunca fue acusada, en el pueblo se murmuraba que había estado implicada en el envenenamiento y muerte del niño Frankie Dale por haber comido chocolates de la tienda del pueblo. Los rumores comparaban este crimen con otro muy ingeniosamente planeado sucedido décadas atrás.

Marcus Chesney quería demostrar la imposibilidad del supuesto crimen de su sobrina, para ello, organizó una representación escénica con tres espectadores, misma que fue grabada por una cámara de cine. Durante esa representación, Marcus Chesney fue fatalmente envenenado.

Los espectadores fueron Marjorie Wills, hija de una hermana ya muerta de Marcus. George Harding, el pretendiente de Marjorie. El Profesor Ingram, profesor en psicología ya retirado, amigo de la familia. El hermano de Marcus, el doctor Joe Chesney “He is not a good doctor, but people like him”, llegó tarde a la representación. Wilbur Emmet, el secretario de Chesney que vivía en la mansión, estaba indispuesto en su habitación.

Después de cenar, cuando iban a dar las doce de la noche, Marcus Chesney hizo pasar a Marjorie, a Harding y a Ingram a su oficina. Las cortinas cubrían los ventanales, había una mesa, detrás de ésta una chimenea con un reloj y al lado una ventana con puerta al jardín. Las tres sillas estaban colocadas a unos metros delante de la mesa. Los espectadores se sentaron. Observaron que sobre la mesa había una caja de chocolates, papel secante, una pluma y un lápiz. Podían ver la carátula del reloj y escuchar el tictac de las manecillas. Se había instalado una cámara portátil de cine en el punto en que abarcaba toda la escena, y una lámpara de bulbos especiales para filmar en lugares oscuros.

Las instrucciones de Marcus fueron precisas: no hablar y no comentar nada entre ellos; les advirtió que había muchas trampas; que observaran bien porque iban a responder las diez preguntas de una lista que le entregaría a cada uno después de la representación.

Se apagaron las luces. Lo que los espectadores vieron o creyeron ver fue lo siguiente: Marcus abrió las puertas corredizas que daban al jardín; regresó y se sentó ante la mesa, tomó el lápiz, luego la pluma. Los tres espectadores vieron entrar por la puerta a un hombre alto, delgado, con una gabardina larga, sucia y con el cuello alzado, con un sombrero alto y gafas oscuras y guantes brillantes en las manos que sostenían una especie de portafolio.

“We didn’t know who it was, of course; but I didn’t like the look of it even then. It looked more like an insect than human. Tall and thin, you know, with the big black glasses on. George, who was taking the film, said out loud, “Shh! The Invisible Man!”—and it turned round and looked at us”.

El hombre sacó una pequeña caja de su portafolio, sustrajo una cápsula verde que metió en la boca de Marcus y salió apresuradamente de la oficina. Marcus aventó la caja de chocolates y cayó con su cara sobre la mesa. Parecía que era el final de la escena, alguien encendió las luces, otros salieron al jardín en persecución del hombre; la gabardina, el sombrero, las gafas y el maletín estaban tiradas sobre el pasto. Oyeron gemidos de un árbol cercano. Vieron el cuerpo de Wilbur Emmet tendido sobre la hierba, había sido herido y tenía ya algún tiempo inconsciente. Cuando regresaron al salón notaron un olor diferente. Marcus Chesney estaba muerto.

El superintendente Hadley de Scotland Yard había enviado a Andrew Elliot, su mejor detective, a investigar el crimen del niño envenenado por chocolates. Le había aconsejado que sí tenía problemas, recurriera al recurra al Dr. Fell que se encontraba en Bath, cerca de Sodbury Cross. Aquí llega Elliot y cuando el superintendente Bostwick y el mayor Crow del pueblo le están informando sobre la muerte del niño, reciben la llamada del doctor Fell. Su hermano había sido envenenado con cianuro.

Even from the window they could smell the bitter-almonds odour”. Elliot y los policías locales llegan a Bellegarde. Después de escuchar, Elliot utiliza las preguntas de la lista que había preparado la víctima para, de forma separada, interrogar a los tres espectadores.

Andrew Elliot buscó la ayuda de Gideon Fell porque el caso, “it’s a box of tricks right from the start”.

En las trescientas páginas hay pistas faltas y red hearrings. Interesantes perfiles psicológicos de envenenadores famosos, cuya característica principal es la desmesura de su vanidad

“‘All murderers have it. But the poisoner possesses it to a bloated degree. He is vain of his intelligence, vain of his looks, vain of his manners, vain of his power to deceive. He is touched with the brush of the actor, even the exhibitionist; and as a rule he is a very good actor indeed”. […]“of all forms murder, poisoning is the most difficult go tet away with”.

El envenenamiento es la forma en que más riesgos corre el asesino porque tiene que asegurarse que la víctima no sobreviva para denunciarlo, tiene que demostrar que no tuvo la oportunidad de administrar el veneno, tiene que obtener el veneno sin dejar rastro.

ETIQUETAS: CLÁSICA. HABITACIÓN CERRADA.
John Dickson Carr (Uniontown, Pennsylvania, E.E.U.U.1906 – 1977)

John Dickson Carr. The Black Spectacles. USA: Poisoned Pen Press. 2024. 304p. Kindle Ed.