David Ignatius (1950) es editor y columnista del The Whashington Post y otros medios estadounidenses e internacionales. Catedrático y autor de doce novelas de espionaje, de política y de relaciones internacionales. Phantom Orbit (2024) es su última novela publicada.

Phantom Orbit. A Thriller (2024)

Astrónomo y matemático Ivan Volkov

«Dear Miss Ryan: Perhaps you remember me. I am Ivan Volkov, who studied aerospace engineering at Tsinghua University when we were young and very poor. I am sorry I haven’t written for so long. I am 51 years old now, and my son, my only family, is gone. I am quite alone. I work now at the Lebedev Physical Institute. I am always happy to meet old friends. Perhaps you could contact me. Yours sincerely, Ivan Volkov
Volkov sent the letter, and he waited.”

Phantom Orbit es un thriller que nos obliga a preguntarnos  ¿qué sucedería si el GPS dejara de funcionar en nuestra vida diaria?

La historia de la “Órbita fantasma” empieza en China en 1995. Continúa en Rusia a partir de 1996 hasta nuestros días; en China en algunos meses de los años 1996 y 2000; en Asia y América entre 1998 y 2022; en los últimos días de abril de 2022 aterriza en …

Es una historia de ciencia espacial, del espacio, de satélites y de relojes. Del “GPS”. Y de secretos.

El thriller relata el accidentado, secreto y complejo periplo de tres científicos especializados en el estudio del espacio y del tiempo alrededor del “GPS”. Parecería una historia de ciencia ficción, no lo es. Lo que sí hay es mucha información, que narrada con suspenso, va advirtiendo de la casi total dependencia del GPS en nuestra vida cotidiana. Y de los riesgos que puede conllevar dicha dependencia.

El ruso Ivan Volkov es el protagonista alrededor del cual giran las historias de la estadounidense Edith Ryan y del chino Cao Lin. Del primero sabremos toda su vida, de Edith lo necesario, de Cao Lin lo indispensable.

Ivan Volkov estudió astronomía y matemáticas en la Universidad estatal de Moscú. Su maestría en astronomía la estudió en la Universidad Tsinghua de Beijing. Admiraba la obra del astrónomo alemán del siglo diecisiete Johannes Kepler.

“Volkov liked puzzles. And what had drawn him to Kepler was the German’s attempt to solve what was, at the time, the greatest puzzle in the universe—the motion of the planets”.

Chen Fangyun, considerado el padre del programa especial chino le aconsejó:

“There is one more thing a bright student should understand about the movement of objects in space. Cao Lin knows, and so should you. It is the time problem. Something that Kepler did not consider.”

Los primeros GPS aparecieron en los años sesenta del siglo pasado en los Estados Unidos de América. Rusia, China y otros países desarrollaron sus propios GPS. En los años ochenta se empezaron a comercializar internacionalmente. Desde los años noventa la evolución de los “GPS”, Global Positioning System, Sistema de Posicionamiento Global, sigue revolucionando el mundo según sus diferentes orígenes: GPS de Estados Unidos, Beidou de China, Galileo de Europa, el Sistema Satélite Quasi-Zenith de Japón y el Sistema de Satélite de Navegación Regional Indio, así como el ruso GLONASS.

El sistema del GPS funciona a través de satélites en el espacio que determinan las posiciones tridimensionales relativas de objetos, esto es mandan señales para determinar o identificar objetos en un lugar y momento dado. Como el sistema mide la distancia del satélite, se calcula el tiempo en que tarda la señal en identificar al objeto lo que hace imperativo mantener la exactitud de la sincronización en el tiempo, según los relojes atómicos de cada uno de los satélites.

A lo largo de las décadas siguientes han aparecido una miríada de “softwares” que se conectan con tres o cuatro de los ahora cientos de satélites en el espacio: “Google-maps”, “waze”, los teléfonos inteligentes capaces de localizar personas y absolutamente todoslos sistemas de navegación terrestre, marítimo y aéreo. Y militar.

En la ficción de este thriller, los protagonistas descubren y advierten que cualquier error en esa sincronización satelital espacio-tiempo provocaría catástrofes. Y que era fácil lograrlo. Los satélites y sus relojes están compuestos de elementos periféricos. En cualquiera de estos elementos se puede insertar un bloqueador, o malware que detonara una señal de emergencia. La simple apariencia de un mal funcionamiento del satélite, haría que se detuviera su funcionamiento para buscar un error que podría no existir. Además, con el desarrollo del malware, bastaría que un satélite enemigo se acercara a algún otro satélite para detonar el interruptor del malware de forma remota. La idea era la de introducir un “kill switch” en algún elmento de esos satélites para provocar horas o días de incertidumbre en que se paralizaría la operación para buscar la falla “…It was, in its devilish capacity to introduce crippling uncertainty, a “kill switch.”

O sea que, para interferir un viaje en coche, no se necesitaría dañar la batería, el tanque de gas, el radiador. Sólo habría que interferir el GPS del automóvil. Y lo mismo para los aviones o barcos y toda esa miríada de softwares que se han desarrollado y comercializado para casi todo.

Y cómo Phantom Orbit es un thriller, también se podrían interferir los lanzamientos de misiles. Y, en el tiempo de este thriller, Rusia e Ucrania están en guerra.

“I am talking about your Global Positioning System, GPS, and everything that depends on it. I believe it is poisoned by malware. Companies run by China are inside your supply chain. I don’t know all the points of entry. But I believe their bad code will warn you about errors in time, location, everything. People will panic. Everything that depends on GPS will be unreliable. Finance. Airplanes. Communications. Everything will stop, while you try to figure it out. But you won’t be able to find what’s broken. Because there are no errors. The warnings will be wrong. Unless you listen to me and take action, you will be crippled.

¿Qué sucedería si el GPS falla? Difícil de responder. La certeza es que David Ignatius nos hacer tomar conciencia de nuestra dependencia del espacio, de los satélites que están llenando ese espacio, de que la guerra en el espacio podría ser la guerra final.

“I want to speak to my friend Professor Cao. You know that I loved the work of the German scientist Kepler.” “Certainly,” said Cao. “That was where we began.” “Kepler said once that ‘nature uses as little as possible of anything.’ And that’s true with inanimate objects. But it’s not true, so much, with human beings.” He stopped and drew his breath. “I am sorry. I don’t make speeches. But I think, maybe, human beings should use each other more. All of us, here. We should have used the parts that make us human. More. As much as possible.”

Edith moved toward him, the emotion showing on her face. She reached out to embrace him, but Volkov first took her hand and spoke quietly to her. “You have to help me with this. I have grave doubts about happy endings.”

 

Espía cibernético Michael Dunne

En la ficción de The Paladín (2020) del periodista, editor y escritor estadounidense David Ignatius,  un espía cibernético de la CIA se infiltra en el cibercrimen internacional.

La trama se desarrolla en varias partes de Estados Unidos, Ginebra, París, Urbino, Cerdeña y Taipei. Se mueve entre agosto de 2016, mayo de 2017 y junio de 2018.

Michael Dunne es un espía cibernético de la CIA. Estaba casado con una hermosa brasileña, tienen una niña y esperaban otro niño. En agosto de 2016 el jefe de la dirección de Ciencia y Tecnología de la CIA George Strafe le asignó una misión secreta: investigar al grupo Fallen Empire, que funcionaba dentro de un Quark Team. Operaban principalmente en Europa, se hacían llamar los Robin Hood del ciberespacio, atacaban desde diferentes servidores en todo el mundo. Había que infiltrarse en su organización. Michael Dunne se preguntaba ¿por qué lo habían seleccionado a él?

“Sounds like a counterespionage case,” said Dunne. “Why do you need me?” “Because it’s complicated, Michael, like I said. The person who runs Fallen Empire is an American. He claims he’s a real journalist, though the seventh floor thinks that’s nonsense. The main site where they post things says it’s a news organization. Fallenempire.org, it’s called. So, there’s a problem, technically.” “You mean ‘legally.’ If he’s an American, and he’s a journalist, then running an operation on him is against the rules, isn’t it? Like the First Amendment, specifically. I hate rules, myself, but I’m just checking.”

El estadounidense que dirigía Fallen Empire se llamaba Jason Howe. El Quart Team que lo apoyaba estaba dirigido por un genio de la informática, el italiano Lorenzo Ricci.

A Dunne le prohibieron discutir este proyecto con nadie, ni con su esposa. Pero la gente siempre tiene que hablar con alguien, Dunne busca a Roger Magee, su mentor desde qué el entró a la dirección de Ciencia y Tecnología de la CIA en 2002.

La CIA, como toda organización, tenía un sistema de clases: los oficiales de casos eran los chicos geniales que dirigían operaciones y llegaban a ser los jefes de estación. Los niños inteligentes y nerds eran los analistas; tenían títulos elegantes pero eran quisquillosos. Los chicos malos, los rednecks de cuello azul hacían el trabajo sucio de colocar micrófonos ocultos, piratear computadoras, robar maletines y dispararle a la gente. Esta clase trabajadora tenía varias divisiones, Ciencia y Tecnología era la más importante, sus técnicos eran muy inteligentes, hacían el trabajo duro del espionaje que era irrumpir en lugares que estaban cerrados y robar secretos. En lugar de abrir cajas fuertes, entraban en las computadoras.

Y a eso fue Dunne a Ginebra, París e Italia. Se infiltró en el Quart Team y conoció a Jason Howe y a Lorenzo Ricci.

Un contratiempo lo regresó a los Estados Unidos. En Alexandria, Virginia, fue sentenciado a un año en prisión. En mayo de 2018, al ser liberado, Dunne empezó  a planear su venganza. “It would be the beginning of his “R&R,” he had been telling himself for months; his revenge and redemption”. Tenía cuarenta años, era un exconvicto sin empleo, su esposa lo había abandonado. Su viejo amigo, el abogado Richard Ellis le dio un sobre que él había recibido pero que estaba dirigido a Michael Dunne, para que se lo entregara cuando fuera liberado. El remitente era “Lemon Squeezer”, en el slang de la CIA, alguien que se especializa en escritura secreta.

Dunne abrió el sobre en el departamento que recién había alquilado. El firmante le decía que sentía lo que el sistema le había hecho, le advertía que tuviera cuidado, que su arresto había puesto nerviosos a personas poderosas. Que eventualmente encontraría la red que trató de destruirlo. Le mandaba una dirección IP de la computadora utilizada por Jason Howe, el registro del dominio y el nombre del servidor. Le daba también el número de serie del iPhone que utilizaba Howe y el número de tarjeta SIM ICCID. Le da otros datos como el malware (software malicioso) principal y en el sitio donde se podía detectar. Le advierte que cualquier investigación tenía que realizarse fuera de las agencias del gobierno.

You will wonder who we are. Perhaps you have heard of the warriors who banded together in the time of Charlemagne, the ninth century king of France. Songs and legends celebrate their mission of assisting victims of injustice. They were called The Paladin. The name has survived over many centuries. They were the people’s bandits, fighting for justice. If you want to understand where this message comes from, think of this ancient fraternity that seeks to assist decent people who have been threatened by powerful and lawless forces, just as you were, and who stand invisibly behind you now. You have our apologies and respect”. Firmaba la carta “The Paladin”.

En su deseo de venganza, Dunne irá  descubriendo un complot cibernético cuya resolución nos mantiene en tensión, en suspenso.

David Ignatius es editor y columnista del The Whashington Post y otros medios estadounidenses e internacionales. Catedrático y autor de once novelas de espionaje, de política y de relaciones internacionales. The Paladín (2020) es su última novela publicada.

Al respecto, y desde la no ficción: Daniel Golden. Renee Dudley. “The Ransomware Hunting Team: A Band of Misfits’ Improbable Crusade to Save the World from Cybercrime”

 

 

ETIQUETAS: ESPÍAS. JAQUEO. CIBERCRIMEN. ESPACIO. SATÉLITES. GPS.

David Ignatius (Cambridge, MA. Estados Unidos, 1950)

David Ignatius. The Paladin. A Spy Novel. USA: W.W. Norton & Company. 2020, 310p. Kindle Ed.

— Phantom Orbit. A Thriller. USA: W.W. Norton & Company. 2024, 372p. Kindle Ed.