Indómito (2016) de Vladimir Hernández (Cuba, 1966) recrea aspectos interesantes de Cuba en la segunda década del siglo XXI. El autor crea un gran personaje, «resiliente nato«, capaz de enfrentar cualquier adversidad con una actitud nada trágica, difícil de someter, algo de pillo y un tanto cínico.
Una noche de 2014 en el bosque de La Habana, Durán va recobrando la conciencia, estaba bajo tierra, lo habían sepultado, pero “La sangre en su cabeza era de otra persona. Rubén. La sangre era de Rubén”.
Mario, Mayito, Durán había sido abandonado por su madre cuando él tenía siente años. Su padre “Gilberto —sin oficio legal, bebedor, exmilitar expulsado de las FAR, reciclado en “bisnero”* ocasional y estafador itinerante—, hizo lo mejor que pudo”.
Mario Durán y Rubén Figueredo se habían conocido en 2005, “hicieron buenas migas desde el primer momento”, “durante la reconcentración militar para los diferidos, el periodo de cumplimiento obligatorio de catorce meses de servicio activo para aquellos que ingresarían en carreras universitarias.”
Mario había optado por Telecomunicaciones y Electrónica y Rubén por Informática. “A diferencia de la generación perdida de sus padres, y de la posterior generación del desencanto —o más bien del lamento—, renegaban del proyecto social colectivo. Como tantos otros hijos del Periodo Especial, forjados en el falso aperturismo económico y el ambiente pragmático del posmilenio”.
Mario y Rubén, ya sin el compromiso ideológico de sus padres, creían en la iniciativa personal y así al terminar sus carreras montaron un exitoso negocio ilegal de cuentas duplicadas para acceder a internet, negocio que los llevó a la cárcel.
En la prisión del Combinado, Mario pensaba en los problemas, amenazas, venganzas, con otros presos y que ya se preocuparía cuando llegara el momento. Se sorprende cuando Julito, el “reeducador”, lo manda llamar y le informa que saldría ese mismo día con libertad condicional.
A la salida de la prisión lo esperaba su amigo Rubén Figueredo montado en una Harley-Davison 1958 restaurada “de lo último que había entrado en Cuba antes que todo se jodiera”. Le contó que tenía un trabajo, que un tipo llamado Sandoval lo había visitado en la prisión y le propuso ponerlo en libertad y “quince mil pesos convertibles”. Tenían que anular el panel de alarma, desactivar las cámaras de vigilancia, y sustraer una caja de seguridad de unas oficinas. “Lo tiene todo planificado y nos quiere a bordo. Por eso estamos fuera, Mayito. La libertad condicional depende de nuestra absoluta cooperación….—El trabajo implica programación y penetración de cortafuegos”.
Sandoval era un negro alto y musculoso, “Parecía que iba a ser un palo de altura, pensó Durán; dos especialistas sacados de la cárcel, una casa de lujo y los implicados llegaban en coche. Interesante.”
*“Bisnero”. Que hace “bisne” en las calles.
Vladimir Hernández. La Habana, Cuba, 1966.
Vladimir Hernández. Indómito. Barcelona: Roca Editorial de Libros. 2016. 224 págs. Kindle Edition.
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