Philippe Lançon (Francia, 1963) relata en su libro El Colgajo (2019), su historia, que trasciende la ficción y se convierte en un “exceso brutal de realidad”: el ataque terrorista que le destruyó parte de su rostro, del labio superior hacia abajo, las casi veinte cirugías, los tratamientos y la rehabilitación a los que se sometió durante más de dos años, imposibilitado para hablar o para beber y comer.

“El pelo, la frente, la mirada, la nariz, las mejillas, el labio superior, todo estaba en orden e intacto. Pero en lugar del mentón y de la parte derecha del labio inferior había no exactamente un agujero, sino un cráter de carne destrozada que colgaba y que parecía puesta allí por la mano de un pintor infantil, como un borrón de gouache sobre un cuadro. Lo que quedaba de encía y dentadura estaba al descubierto, y el conjunto –esta unión de un rostro de tres cuartos intactos y una parte destrozada– hacía de mí un monstruo”.

En París, el 7 de enero de 2015 dos franceses pertenecientes a grupos islámicos, los hermanos Saïd y Chérif Kouachi, entraron a las instalaciones de la revista satírica “Charlie Hebdo” y acribillaron a los asistentes a la reunión semanal. 12 personas murieron y 11 fueron heridos, entre ellos Philippe Lançon.

Philippe Lançon es un prestigiado periodista, que al momento del atentado escribía en el diario Libération y en la revista Charlie Hebdo.  A los 27 años había sido corresponsal en Bagdad, “..Suele decirse que el desastre actual comenzó con la Revolución iraní. En mi caso, todo empezó en Bagdad. Todo lo que iba a conducir, entre otras cosas, al 7 de enero. Yo estuve en el lugar, pero me fui demasiado pronto. El 7 de enero también estuve en el lugar, pero me levanté para irme demasiado tarde”.

El paciente de largo plazo tiene sin duda algo de vampiro: yo cogía lo que necesitaba tal como me lo daban los demás”. El relato cronológico de la víspera, del día del atentado, de su estadía en los hospitales, de sus cirugías, tratamientos y rehabilitación, le sirve para platicar de su infancia, juventud, amores, amistades. Y de sus familiares, sobre todo de su hermano Amaud, quien “desde corazón mismo de la angustia y el cansancio, rejuvenecido y fortalecido en la misión que aceptaba e iniciaba. Esta misión iba a convertirlo en mi hermano gemelo y en mi director de gabinete práctico, administrativo, social e íntimo durante varios meses.”

Las casi quinientas páginas de este libro se enriquecen con alusiones y citas de Chandler, Thomas Mann, Proust, Kafka y con la música de Bach y de Bill Evans. Porque Philiippe, acude a sus autores para buscar tal vez las palabras o las reflexiones que lo puedan iluminar en esos meses de silencio y de dolor , que puedan servir de compañía, o de consuelo. “Shakespeare es siempre un guía excelente cuando uno trata de abrirse paso por una niebla equívoca y sangrienta. Da forma a lo que no tiene sentido alguno y, de esta manera, da sentido a lo que se ha sufrido, vivido”.

Yo no necesito escribir para mentir, imaginar o transformar lo que me pasó. Me bastó con vivirlo. Y, pese a todo, escribo. Y escribe sobre cómo Chloé, la cirujana y su equipo, le realizaron el “colgajo” con un injerto de su peroné con el cual reconstruyeron el hueso de la mandíbula y cómo también le trasplantaron una vena, un trozo de arteria y de piel de la pantorrilla para el mentón. Philippe vivió primero con un “Vacuum Assisted Closure, VAC” en el mentón, para aspirar la pus y serosidades que le ayudaran en la cicatrización de las heridas de la cara, y con una sonda gástrica a través de la nariz para alimentarse. Y durante meses tuvo que comunicarse a través de una pizarra.

Phillipe no necesitaba escribir para imaginar o transformar lo que le pasó, “le bastaba con vivir con esta ficción singular que es el exceso brutal de realidad”.

Philippe Lançon. Vanves, Hauts-de Seine, Francia 1963.

Philippe Lançon. El Colgajo. Le Lambeau, 2018. Barcelona: Editorial Anagrama. 2019. 448 págs. Edición de Kindle.