Hablar de muertos infunde respeto, acaso miedo. Explicar el proceso de la muerte asombra. Esclarecer la o las causas de muertes, sospechosas o no, hace hablar a los muertos. Sea cual sea la actitud que provoquen, siempre cautiva. Así es este libro.
“La criminalística moderna se rige por tres principios que responden a un doble objetivo: identificar tanto al autor de una infracción como la manera en que ha procedido para cometerla. El primer principio es el de Locard. Edmond Locard (1877-1966) fue un médico y jurista que, en 1910, fundó en Lyon el primer laboratorio de policía científica del mundo. La Interpol tiene su sede en esta ciudad en honor a él. Yo resumo su pensamiento en una frase: «Todo contacto deja una huella»”.
En este blog se reseñan diez libros que se desarrollan en el contexto de las disciplinas forenses. Dos libros de ellos no son ficción: Unnatural Causes (2018) del médico patólogo forense inglés Richard Shepherd (https://losdetectivesdeanapetrook.com/richard-shepherd-unnatural-causes) , y Atrapados por la lengua de la lingüista forense, perito judicial forense y criminalista española Sheila Queralt (2020) (https://losdetectivesdeanapetrook.com/sheila-queralt-atrapados-por-la-lengua-50-casos-resueltos-por-la-linguistica-forense/9
Los muertos tienen la palabra (2022) del médico forense y criminólogo belga Philippe Boxho (1965), no es un libro de ficción.
La medicina forense es parte de la criminalística. Responde a las preguntas ¿de qué ha fallecido la víctima? y ¿cuándo se ha producido el deceso? El médico forense identifica la causa de la muerte, comprueba si se ha debido a la intervención de un tercero, establece el momento de la defunción, e identifica a la persona fallecida. Todos los muertos dejan sus huellas y la huella de ADN es la reina de las pruebas criminalísticas.
En veintidós capítulos el autor describe, en primera persona, un aspecto diferente de la disciplina forense. Informa y ejemplifica con historias reales, “romantizadas” y con nombres diferentes. Destaco algunos de los puntos de interés de cada uno de esos capítulos.
¿Cómo se convierte uno en médico forense? Boxho responde a esta pregunta según su propia experiencia.
La escena del crimen. Cada escena del crimen es única, es el lugar donde se encuentra el cadáver. Requiere de personal técnico y de laboratorio especializado con su traje “Tyvek” que permite no dejar fibras ni atraparlas, además de guantes, mascarillas, calzas, para recoger y estudiar las huellas, esto es las muestras e indicios que se encuentra en la escena o el lugar donde se cometió el crimen.
Con el tiempo se han desarrollado peritos en muchos aspectos vinculados con las escenas del crimen.
Muertos vivientes. El olor que desprende un cadáver atrae a los insectos, especialmente a las moscas. Aparecen sobre el cadáver durante las primeras horas después de la muerte. Cada fase de descomposición provoca un olor diferente que atrae a diferentes insectos, llamados “necrófagos” si llegan a alimentarse del cadáver, o “necrófilos”. En conjunto forman la entofauna, estudiada por la entomología forense.
Cuando la persona fallece no todas las células mueren al mismo tiempo, de ahí que puede seguir creciendo el pelo y la barba unos milímetros. Una persona enterrada no sobrevive más de quince minutos porque el organismo requiere oxígeno atmosférico (O2).
Casi asesina.
“Desde hace treinta años procedo siempre de la misma forma: dejo la bolsa con mis instrumentos de trabajo a la entrada, al lado de las de la científica, o sea, en un entorno seguro; a continuación me meto las manos en los bolsillos para evitar dejar huellas dactilares, y doy una vuelta por el lugar. Busco cualquier elemento que pudiera darme información acerca del estado de salud del difunto, alguna nota que pudiera haber dejado, diferentes rastros, como los de sangre, etc. Examino la estancia en la que se encuentra el fallecido, en busca de la mínima cosa que pudiera ser de interés; luego mido la temperatura de la habitación y verifico si la calefacción está encendida, si hay alguna ventana abierta, en fin, compruebo las condiciones térmicas en las que se encuentra el cuerpo, ya que son fundamentales a la hora de tratar de establecer el momento de la muerte. Solo entonces me acerco al cadáver, y lo evalúo tal cual se presenta, sin tocar nada. Tomo nota de todo: su posición, si está cubierto, hasta qué altura, con qué tipo de cobertor: sábana o edredón, de qué calidad, cuántas capas, ¿hay huellas de derramamiento en las sábanas?
El autor dice que el cuerpo que acababa de examinar se encontraba en decúbito lateral izquierdo, hecho un ovillo, esto es, tendido sobre el lado izquierdo, en posición fetal, que es la posición más común para dormir…”—¿Qué opinas, doctor? Es la jueza de instrucción, una de las primeras nombradas en Lieja, que acaba de entrar en el dormitorio sin que me diera cuenta. —Que está muerto”.
Para realizar una autopsia deben reunirse primero todas las señales e indicios hallados sobre el cuerpo y en su interior, antes de plantear un diagnóstico de defunción. Ver las perforaciones sobre el cuerpo, vitales y post mortem. Tras la muerte deja de haber sangre en las arterias y en los capilares; solo hay sangre en las venas.
Hola, ¿papá? Si no es posible registrar las huellas dactilares debido al estado de descomposición del cuerpo, se recurre al ADN y al dentista.
Hacia1870 se inicia la primera técnica de la criminalística moderna: la identificación de personas por fotografías. En la segunda mitad del siglo XIX el francés Alphonse Bertillón inventó la técnica antropométrica que registra medidas individuales como altura, peso, distancia entre los dos ojos, distancia entre los extremos de los miembros superiores, longitud del pie, etcétera.
La segunda técnica son las huellas dactilares. Se aplican desde 1826. Edward Henry de Scotland Yard empezó a utilizarlas a partir de 1897 y en 1901 creó el primer archivo de huellas dactilares. En esta parte el autor relata su uso en el caso del robo de la Gioconda del Museo de Louvre en 1911.
El análisis de ADN es la tercera gran técnica de la criminalística moderna. Hacia finales de la década de los setenta del siglo pasado, el famoso genetista británico Alec Jeffreys desarrolló las técnicas de la huella genética y del perfil de ADN.
La combustión espontánea y otras putrefacciones.
“La evolución post mortem del cuerpo puede tomar tres caminos distintos: el más común es la putrefacción y los otros dos, menos habituales, la momificación y la saponificación (una reacción en la que se produce una hidrólisis de los ésteres y se crea jabón).”
No todas las células mueren al mismo tiempo, las primeras son las del sistema nervioso, en particular las del cerebro y las del corazón. Entonces se produce el fenómeno de la putrefacción, las bacterias pueblan el intestino, los gases inflaman los tejidos y despiden una pestilencia inconfundible, la epidermis se desprende de la dermis formándose ampollas acampanadas llamadas flictenas, se protruyen (salirse de los límites) la lengua y los ojos.
Dos situaciones relacionadas con la putrefacción son la combustión espontánea (cuando el cuerpo empieza a arder sin razón aparente) y la exhumación (“normalmente es el resultado de un fracaso, de una sospecha no resuelta antes del entierro o de un asesinato que se ha pasado por alto”).
Varias moscas y un esqueleto. El papel de las moscas y sus aportes a la entomología forense.
Esqueletos a porrillo (en abundancia). Los esqueletos presentan el último estadio de la descomposición. Se enumeran los aportes de la espeleología a las ciencias forenses.
El hombre que quería morir. La detección de los suicidios y algunas formas muy imaginativas.
El ahorcado que no se ahorcó.
“En 1897 el eminente sociólogo Émile Durkheim escribía en su obra El suicidio que «toda sociedad produce su cuota anual de suicidios». Y tenía razón. Año tras año, el número de suicidios apenas varía, igual que las formas de suicidarse. El ahorcamiento es la forma más común en el caso de los hombres, mientras que las mujeres parecen especializarse en la toma de fármacos”.
“La cianosis es una coloración azulada del rostro y la parte superior del tórax que revela un exceso de CO2 en la sangre, algo que sucede cuando el cuerpo se ve privado de oxígeno, como en el caso del ahorcamiento, mientras que las petequias son unos pequeños puntos rojos que aparecen sobre todo a la altura de los ojos y las conjuntivas, y que revelan un aumento de la presión venosa capaz de reventar todas las venillas en esas zonas donde los vasos sanguíneos son menos resistentes. Las petequias también aparecen en personas vivas cuando…”
El insert de leña. ¿Se puede desaparecer un cuerpo quemándolo? No es fácil, pero se puede. “Insert”, es una estufa de leña empotrable.
La prueba del luminol utiliza una sustancia química que se vuelve azul en presencia de hierro, provocando un efecto llamado quimioluminiscencia.
“—Dígame, señora, ¿hubo alguna parte que fuera más difícil de quemar? —le pregunto durante la reconstrucción de la escena del crimen. —Desde luego, doctor, la cabeza. Tuve que echarla al fuego cuatro veces”.
Unas balas y ganas de morir. Se trata el tema de las huellas del impacto de los proyectiles, de los expertos en balística, de la importancia de distinguir la entrada y la salida del proyectil, porque el enjuiciamiento del tirador puede cambiar en función de sí disparó a la víctima de frente o por la espalda.
“Los orificios de entrada tienen características diferentes de los de salida. Cuando una bala traspasa la piel, primero la deforma presionándola hacia dentro justo antes de perforarla. Dada la velocidad que lleva (entre 280 y 380 m/s, o sea, entre 1000 y 1300 km/h), genera un roce en la piel con tanta energía que produce en la periferia del orificio una pequeña abrasión cutánea a la que denominamos «collarete» por su forma circular; se trata en definitiva de una erosión, de ahí el nombre de «collarete erosivo»…
Cuando el arma está en contacto con la piel, se dice que el disparo es «a bocajarro» o «de contacto». Casi siempre el cañón del arma deja marca en la piel, y los elementos mencionados, es decir, el humo y la pólvora, quedan alojados bajo ella, en el interior de una cavidad denominada «boca de mina»”.
El ataque del tenedor. El caso del hombre que se tragó un tenedor.
Instinto básico. Los asesinatos por arma de fuego. Los orificios de entrada. Los agujeros aparecne rodeados de un collarete erosivo.
El autor dice no saber el motivo, pero que los asesinatos por arma de fuego son más cosa de hombres que de mujeres.
“La rigidez comienza a las dos horas post mortem en las mandíbulas y se va extendiendo poco a poco al conjunto del cuerpo durante las doce horas siguientes, para desaparecer al cabo de un periodo de veinticuatro a treinta y seis horas post mortem. Así que ya puedo establecer que la defunción ha tenido lugar hace entre doce y veinticuatro horas. Romper la rigidez de un hombre en buen estado de salud siempre supone un esfuerzo físico importante…”
La mano al cuello.
“Entre las patologías forenses más difíciles de evaluar hay que mencionar obligatoriamente las asfixias. La palabra «asfixia» viene del griego y significa «sin pulso». Según esta traducción, toda muerte sería una asfixia, y de hecho así es, puesto que la muerte se caracteriza por una parada prolongada del corazón que entraña la muerte de las células cerebrales por privación de oxígeno, a la que sigue un edema cerebral que ocupa tanto espacio que, aunque el corazón volviera a ponerse en marcha, impediría que la sangre llegara a la caja craneal”.
Hay asfixias de todo tipo, clasificadas por diferentes autores en diferentes categorías. Lo fundamental en medicina forense es determinar si la asfixia es natural, provocada por el propio organismo, o se debe a la intervención de un agente externo, ya sea la propia víctima, un tercero o un accidente que no involucre a un tercero.
El ahorcamiento suele ser masculino, el suicidio con fármacos, femenino, y los ahogamientos no tienen género.
Morir por ingesta de fármacos no es cosa fácil, en contra de lo que podría creerse. Son pocos los que al final lo consiguen.
Durante una asfixia, son frecuentes las emisiones de gases u orina o materia fecal.
El complot de las mujeres. Durante tres largos siglos fue imposible detectar cualquier veneno excepto el cianuro, que desprende un olor a almendras amargas, En 1814, Orfila (1787-1853), decano de la Facultad de Medicina de París, que era médico y químico, publicó su Traité des poisons.
Una muerta sudada y otros ahogados. Hay tres tipos de «ahogados»: los que de verdad respiran agua y mueren, los que mueren por hidrocución o choque térmico y los que estaban ya muertos cuando los tiraron al agua.
Historias de la Cour D’Assises. La cour d’assises es un órgano jurisdiccional especial tanto en Bélgica como Francia, en el que los jueces no son solo magistrados, sino también miembros de la sociedad civil, elegidos al azar de las listas electorales de la provincia, en Bélgica, y del departamento, en Francia.
Epílogo.
¿Cómo puede dedicarse a esto, doctor? El autor declara que su cerebro funciona por cajones. La medicina forense es un cajón, mientras que su vida extraprofesional se organiza en muchos otros cajones sin interconexión entre ellos, a menos que él lo decida.
ETIQUETAS: FORENSE.
Philippe Boxho (Lieja, Bélgica, 1965)
Philippe Boxho. Los muertos tienen la palabra. Barcelona: Penguin Random House Grupo Editorial. 2025. 209 págs. Ed. Kindle.
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