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As soon as he was settled in with his Iranian-Armenian aunt in Teheran, he went out to visit Leila Tahibi who had been a comrade of his parents in the revolutionary years at the beginning of the eighties. Daughter of a prominent Iranian religious leader, the Ayatollah Tabihi, she was trying to be a candidate for to the presidency.

When Narek arrived at the headquarters of her campaign, Leila Tahibi was leaving for a meeting with the Ayatollah Kanuni, the most powerful Iranian judge. Narek insisted on accompanying her into the Courthouse.  He was waiting for her outside the Ayatollah’s office, when two running guards appeared,  opened the office door and then, Narek saw Leila standing and staring at a man lying on the floor in a pool of blood.

“Who Killed Ayatollah Kanuni?” is a political thriller that describes the events of few days in June of 1995 and with that, the history of a nation trying to develop a democracy, despite the tight control of the Shiite religious leaders in all the aspects of the Iranian life, coveted by powerful countries within very complex international contexts.

Through Narek we see Iranian twentieth century history and characters that represent some of the protagonists of the Revolution of 1979 that overturned the government of the Shah: his absent parents, Leila Tahibi, her collaborator Mirza and his wife Soraya, the Iranian-Armenian aunt, the religious leaders, and members of the different police, military or diplomatic groups. Even though the Shah encouraged the industrialization of the country and its westernization, the corruption and tyranny, triggered the revolution under the Shiite leadership.
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El primero de junio de 1995 el joven periodista de veinticinco años, Narek Yamshid, tomó un taxi en Teherán. Iba mirando con curiosidad las calles, oyendo sin atender las discusiones en farsi del taxista con otro pasajero; sentada a su lado estaba una mujer con los labios pintados de rojo y los párpados color ocre que hacían juego con el velo que le cubría el cabello. Reconoció el perfil recto, ligeramente estirado por la nariz operada común en las iraníes ricas; debajo de su chador, la especie de impermeable que imponía a las mujeres el decoro religioso, se asomaba un vestido de lamé dorado.  Narek pensaba que ya tenía cinco días en Teherán y todavía no había empezado el artículo que la revista parisina L`Hebdo le había encomendado sobre las elecciones para presidente. Su tía Vart no paraba de presentarle parientes armenios.

Narek se dirigía a visitar a Leila Tabihi, hija del ayatolá Tabihi, una figura histórica de la revolución de 1979. Leila presidía una organización feminista y había presentado su solicitud al Consejo de Guardianes para participar como candidata a la presidencia.  Leila se proponía reformar la condición de la mujer con base en una nueva interpretación del Corán.

Mientras esperaba que Leila lo recibiera en las oficinas de la asociación que dirigía, Narek repasó sus preguntas:  el papel del Consejo de Guardianes en las elecciones, las posibilidades de cada uno de los candidatos, el reformista Mustafá Moin, el populista y ultraconservador alcalde de Teherán Mahmoud Ahmadinej y el regreso del expresidente Hachemí Rafsanyani, quien durante su presidencia años atrás había llevado una política de liberación política y económica que había permitido cierto desarrollo de la sociedad civil.  Le interesaba conocer su opinión sobre los dos mandatos del presidente Mohamed Jatani, su relación con los conservadores iraníes representados por el Líder Supremo Alí Jamenei y el papel de los Muyahidines de Pueblo.

Narek tenía cuatro años cuando en 1982 salió con su padre al exilio a París, después del fallecimiento de su madre Mona. Leila Tabihi había participado con sus padres Masud y Mona en las manifestaciones estudiantiles posteriores a la “Revolución Islámica” contra el creciente control del clero chiita y de su líder el Ayatolá Jomeini.  La “Revolucìón Islámica” de 1979 había culminado con el derrocamiento del sah Mohammad Reza Pahlevi y la instauración de la República Islámica de Irán, pero también con una fuerte represión por parte del clero chiita contra la cual jóvenes estudiantes se habían manifestado.

Pero esa tarde de junio de 1995 Leila no tenía tiempo. A Narek le molestó la forma como Leila trató de despedirlo, criado en París no entendía la cortesía iraní del taarof  “con sus reglas complicadas, este arte de la elipsis permanente”.  Leila tenía una cita que había esperado por meses con el ayatolá Kanuni, el más importante, represivo e inamovible juez en el Palacio de Justicia.  Le urgía revisar con él los casos de algunos jóvenes presos en Evin, la cárcel política de Teherán, entre ellos el de Dariushj que llevaba dos años y medio detenido cuando muchos de los jóvenes que habían participado en las manifestaciones ya habían sido liberados. Dariush era el hermano menor de Soraya, la muy rica esposa de su colaborador Mirza Mozafar.

Narek insistió en acompañarla, cuando llegaron al Palacio de Justicia no quiso esperarla en el coche y entró con ella al edificio.  Pasaron varios filtros de seguridad hasta llegar a la oficina del juez Kanuni, a donde Leila entró dejando a Narek en la antesala.  Después de media hora llegaron corriendo unos guardias revolucionarios y al abrirse la puerta del despacho del ayatolá Kanuni, vio a Leila de pie y a un anciano en el suelo en un charco de sangre con su turbante caído a un lado; en un extremo yacía un pasdar, un miembro de la Guardia Republicana.

Mirza percibió el nerviosismo en la voz de su mujer… Volvió a ver a Soraya como era hacía casi treinta años, una joven abogada prometedora, recién salida de Harvard, que se rebelaba contra su familia… Incluso se resistió a operarse la nariz…  Soraya era más bella entonces, con su enorme nariz aguileña, nada que ver con el rostro artificial que tendía hacia él en ese momento.  Las rentas del petróleo habían causado su desgracia. Como la del país.  Irán será probablemente una democracia si su subsuelo no estuviera cargado de oro negro. Y si el abuelo de su mujer no se hubiera enriquecido… con una concesión petrolífera… Si no llevaran tanto tiempo viviendo de los intereses de las sumas invertidas en el extranjero…

La trama de ¿Quién mató al ayatolá Kanuni? se desarrolla durante el mes de jnio de 1995 cuando Irán está preparando la elección presidencial que ganaría Mahmoud Ahmadinej. La novela es un thriller político que describe el momento de un país que, a pesar de muchas y diversas vicisitudes, sigue tratando de desarrollar una vida democrática, aunque ésta se presente fuertemente maniatada por la complejidad de los gobiernos de los líderes religiosos chiitas.   Sus protagonistas, Narek, sus padres ausentes, Leila, Mirza, Soraya, la tía armenia, los líderes religiosos y los miembros de las diferentes policías, representan a personajes ligados con la revolución de 1979 que derrocó al gobierno del sah, que si bien industrializó y occidentalizó al país, su excesiva corrupción y brutal tiranía, provocó que el pueblo se volcara hacia los líderes religiosos chiitas.

 

Persia-Irán tiene desde 1906 tiene una constitución y un parlamento electo. Su historia y cultura es milenaria. Es un país riquísimo por sus puertos, sus recursos naturales y reservas petroleras y por lo mismo ha sido codiciado y saqueado por rusos, ingleses y americanos que durante casi todo el siglo veinte lo invadieron directa o indirectamente.

AutorNaïri Nahapétian. Teherán, Irán, 1970.

FichaNaïri Nahapétian. ¿Quién mató al ayatolá Kanuni? Madrid: Alianza Editorial. 2012. 254 págs.