Cauby
Quien me contaba eso era la Lavinia loca. A la que yo, de broma, llamaba Shirley. Aquélla a la que la Lavinia mansa acusaba de libertina. Era mucho más un caso de doble personalidad. Era una enfermedad y no tenía cura. Yo me enfermé de aquella mujer. Contraje el virus de su insensatez.
El género negro no deja de sorprender: Yo recibiría las peores noticias de tus lindos labios (2010) de Marçal Aquino (Brasil, 1958) es un drama criminal, una historia de amor dentro de una interesante y dinámica estructura policial narrada en cuatro partes, cada una con sugestivos títulos: “El amor es sexualmente transmisible”, “En carne viva”, “Postales de Sodoma a la luz del primer fuego” y “Poema escrito con bilé”. También es el retrato social de una “ciudad pequeña, de mineros, comerciantes, gente de paso, y muchas prostitutas. Una ciudad donde todos se conocen”.
Es la historia que Cauby cuenta en la terraza de doña Jane, a pedazos, entre un presente y muchos pasados, la historia de su pasión por Lavinia, la esposa del telepastor Ernani.
El narrador, Cauby, es un fotógrafo que llega a retratar prostitutas a una ciudad minera del estado de Pará, en el norte de Brasil. Instala su taller fotográfico en una casa rentada y conoce a Lavinia en la tienda del chino Chang para quien “el secreto, no es descubrir lo que las personas esconden y sí entender lo que ellas muestran”. La primera vez que Lavinia va a su casa, Cauby le pregunta ¿por qué viniste? “Porque hoy me sentí bonita”. “Existían dos mujeres dentro de Lavinia. Una era casada. Casadísima. Con un hombre del que decían era un santo. Un hombre exactamente treinta y ocho años mayor que ella. La otra Lavinia venía a visitarme. La bella de la tarde”.
Una historia de amor en un contexto de crímenes que fueron posibles porque en ese pueblo ya se había levantado la pira y sólo faltaba que alguien encendiese la mecha. Una pira que fue creciendo a partir del asesinato del chino Chan, “al que la mitad de la población odiaba porque le debían dinero y la otra mitad porque jugaba con jovencitos”; por la perfidia de un personaje siniestro, Viktor Laurence, el periodista local que había dejado preparado antes de colgarse de una cuerda de tendedero, un número especial, infame, con las fotos que Caudy había tomado de Lavinia; por los sermones enardecidos del pastor contra la compañía minera que abusaba y explotaba a sus empleados; por el asesinato del pastor y la desaparición de Lavinia.
Una serie de coincidencias hicieron que el detective Polozzi detuviera a Cauby como sospechoso del asesinato del pastor. Unos días antes había recibido la visita del pistolero Chico Chagas; el asesinado era el esposo de su amante y Lavinia estaba desaparecida. El destino hizo que cuando lo liberaran de la delegación de policía, Cauby se topara con la gente que acompañaba el entierro del pastor Ernani. La gente estaba enardecida por el hedor de la descomposición de los cadáveres de los mineros ejecutados que habían sido expuestos en la plaza pública, e iban golpeando, apedreando, quemando, dejando muertos y heridos, uno de ellos Cauby. De su casa incendiada lo único que se salvó fue una foto y un libro sobre el amor, Lo que vemos en el mundo de un tal Benjamin Schianberg.
Cauby perdió un ojo, la salud, sus cámaras fotográficas, sus fotos, sus libros, sus discos, pero no la esperanza, «el peor de los venenos» . «Así han pasado estos días. Soy más feliz que el noventa y siete punto seis por ciento de la humanidad , según el profesor Schianberg. Formo parte de esa minúscula minoría, integrada por monjes, matemáticos, novicias bobas, unos cuantos artistas y todas las personas que viven una vida apacible a base de poesía o calmantes» , en el territorio de los sueños, «nuestras reservas contra todo aquello que no es dulce, sutil o sereno. Es lo más cercano a la felicidad que podemos experimentar –o al menos eso dice el profesor Schianberg. No sé qué nombre podemos darle a este fenómeno. En realidad no tiene importancia. Yo lo llamo amor.»
Aquino, Marçal. Yo recibiría las peores noticias de tus lindos labios. México: Editorial Oceano (Hotel de las Letras). 2010. 264 págs. Kindle Edition.
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