En mi opinión la novela negra se define por tres elementos indispensables: la transgresión, los enigmas, y el suspenso, elementos que sin duda son los constituyentes de la obra de Haruki Murakami (Kyoto, Japón, 1949), y que sólo teniendo esto presente, puedo escribir reseñas de sus libros.
En Murakami el límite entre lo real y lo fantástico es difuso, es ficción que no sólo trasciende la realidad, sino que la transgrede hasta fusionarse con la parte de la mente, del espíritu, de los sueños. Para leer a Murakami nosotros, los lectores, tenemos que dejar las ideas preconcebidas y los prejuicios, y dejarnos llevar por el suspenso que plantean los miles de enigmas y transgresiones de sus novelas. Y es en este sentido que los que resuelven los enigmas, se llaman detectives.
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Nejimaki-dori Kuronikuru. The Wind-up Bird Chronicle. «Crónica del pájaro que da cuerda al mundo» (1994) hay un protagonista, Toru Okada, paralegal desempleado, que, a partir de dos sucesos, el abandono de su esposa y la desaparición de un gato, vive una realidad sentado en el fondo de un pozo sueña otra realidad. Busca a un gato que tiene el nombre del hermano mayor de su esposa, Noboru Wataya, un odioso escritor. La personalidad de Kumiko, la esposa, se nos irá presentando fraccionada, difícil de aprehender, hasta el final. Hay una casa abandonada con un pozo que le sirve de refugio y de lugar de ensoñación y una joven vecina May Kasahara. Hay personajes videntes, adivinadores, un teniente y una parte real de la historia de Japón durante la Segunda Guerra en Mongolia
Toru Okada se mete en el pozo vacío de la casa de Miyawaki y medita. Sueña con el hombre sin rostro y reflexiona. Le sale una mancha azul en la sien [¿un tercer ojo?] y reflexiona, sueña. Se entrena para observarse dentro de si y afuera de él. El tío le aconseja, tiempo, entrenarse para ver las cosas con los propios ojos hasta que todo esté claro porque «gastar mucho tiempo en algo puede ser la forma más sofisticada de venganza». Hay que empezar pensando en las cosas más simples y de ahí en adelante.
Toru Okada se pasa once días afuera de la estación Shinjuku mirando caras, cree reconocer a un tipo, lo sigue, pelean, ¿lo mata con un bat? Regresa el gato y él decide comprar la casa vacía del pozo.
De nuevo en la estación Shinjuku una dama muy elegante se le acerca, le da una fuerte suma de dinero. Tiran y reconstruyen la casa vacía, Toru Okada regresa al pozo a sus ejercicios de auto inmersión, se desprende y se vé a si mismo en un cuarto de hotel traspasando paredes.
Tal vez se podría decir que Toru Okada siempre está buscando, dentro de él y en su exterior, en la realidad y en la imaginación, en la reflexión y en la introspección. La novela termina con un crimen y con una asesina que aquí no voy a revelar.
Haruki Murakami. The Wind-up Bird Chronicle. USA: First Vintage International Edition. 1998. 607 págs.
Toshiharu Ushikawa
1Q84 (2011) podría ser un thriller porque hay una asesina, asesinatos y un detective. O una novela de ciencia ficción con personajes y situaciones imposibles. Tal vez, al final, es la historia de amor entre Aomame y Tengo.
En el primer libro, el mundo de la instructora de gimnasio, Aomame, se desdobla en uno con dos lunas cuando va a realizar un crimen. Y Tengo, profesor de matemáticas y novelista, recibe el encargo de reescribir el libro “La crisálida del aire” dictado por una adolescente relacionada con una secta religiosa. En el segundo capítulo del segundo libro “Sólo tengo mi alma” aparece Toshiharu Ushikawa “toro de río”; en el tercer libro Ushikawa se convierte en un tercer protagonista y sus capítulos se van alternando con los de Tengo y de Aomame.
Es difícil, sino imposible, hacer una síntesis de 1Q84. Además de la historia de Tengo y de Aomame, es la historia de otros personajes con vidas fascinantes que por la magia de la literatura se van conectando. Y es también una reflexión con matices orwellianos (en japonés, la letra “Q” y el número “9” se pronuncian igual “kew”) del Tokio de 1984, de la religión, de la creación literaria y la fantasía y del abuso a las mujeres.
Pero como este es un espacio de detectives, me detengo en Ushikawa. Este personaje es realmente “fantástico” en el sentido de excelencia y de irrealidad, como la misma novela. Murakami es despiadado con él: tiene una apariencia repulsiva, una vida patética y sus diálogos irritan al lector. Pero posee las destrezas del gran detective: curiosidad obsesiva, habilidades de inferencia y deducción, perseverancia y paciencia, imaginación y mañas (como su formidable creación de “Presidente titular de la fundación Nueva Asociación para el Fomento de las Ciencias y las Artes de Japón” para dar legitimidad a sus pesquisas) y nunca pierde de vista su objetivo. Es el recurso del gran escritor a través del cual el narrador presenta tanto la realidad objetiva como las perspectivas subjetivas de cada uno de los personajes y que permiten que el lector sea también detective y que más que leer, participe en la vida de dos jóvenes japoneses excepcionales de Tokio en el año 1984.
¿Qué más podemos pedir?
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Reseña de Haruki Murakami. La ciudad y sus muros inciertos.
Haruki Murakami, Kyoto, Japón. 1949.
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