La virgen de los sicarios (1994) del irreverente y extraordinario escritor Fernando Vallejo (Colombia, 1942), es una novela sobre los niños sicarios, sobre la violencia urbana extrema, contrastada con el fervor religioso.
«–¡Cuidado! ¡Fernando! –alcanzó a gritarme Alexis en el momento en que los de la moto disparaban. Fue lo último que dijo, mi nombre, que nunca antes había pronunciado».
Fernando es el narrador de esta novela y Alexis es su «Ángel exterminador». ¿Por qué las madres les dan nombres extravagantes a sus hijos? A la mejor porque es lo único que les pueden dar, “un necio nombre extranjero o inventado, ridículo, de relumbrón”, que “son nombres de los sicarios… más rotundos que un tiro con su carga de odio”. Fernando nos dice que nosotros no necesitamos que nos explique qué es un sicario, pero que su abuelo sí lo hubiera necesitado.
“Abuelo, por si acaso me puedes oír del otro lado de la eternidad, te voy a decir qué es un sicario: un muchachito, a veces un niño, que mata por encargo. ¿Y los hombres? Los hombres por lo general no, aquí los sicarios son niños o muchachitos, de doce, quince, diecisiete años, como Alexis, mi amor: tenía los ojos verdes, hondos, puros, de un verde que valía por todos los de la sabana. Pero si Alexis tenía la pureza en los ojos tenía dañado el corazón. Y un día, cuando más lo quería, cuando menos lo esperaba, lo mataron, como a todos nos van a matar”.
Fernando es un intelectual, en sus cincuenta, que acaba de regresar a su natal ciudad Medellín, en Colombia. Son los años noventa del siglo pasado, años en que se exacerbaron la violencia urbana y los homicidios por las actividades del narcotráfico (apogeo de Pedro Escobar Gavira y el Cartel de Medellín). Fernando es homosexual pero dice que nos evita toda descripción pornográfica de su vida con Alexi, su “Ángel exterminador” con quien pasaba “noches encendidas de pasión” que compensaban el tormento de su “éxodo diurno por las calles huyendo del ruido y metido en él”.
Fernando y Alexis recorren Medellín. Y sus iglesias. “Ciento cincuenta iglesias tiene Medellín, mal contadas, casi como cantinas, una exageración, y descontando las de las comunas a las que sólo sube mi Dios con escolta, las conozco todas. Todas, todas, todas. A todas he ido a buscarlo”. Porque en un contraste imposible de aceptar, pero fácil de comprender, los sicarios son devotos de la Virgen de la parroquia de Sabaneta, María Auxiliadora. “La presencia de tantos jóvenes en la iglesita de Sabaneta me causaba asombro”.
Fernando y Alexis caminan y se mueven en taxis. “Los treinta y cinco mil taxis señalados (comprados con dólares del narcotráfico porque de dónde va a sacar dólares Colombia si nada exporta porque nada produce como no sea asesinos que nadie compra) llevan indefectiblemente los radios prendidos transmitiendo: partidos de fútbol, vallenatos, o noticias optimistas sobre los treinta y cinco que mataron ayer, quince por debajo del record…”
Fernando va caminando, describiendo lo que ve y expresando con un espléndido lenguaje, sus muy lapidarias opiniones. Por la furia reproductora del colombiano. Por el hacinamiento de las comunas “tremendas”, con sus barrios y sus guerras de bandas, “Rodaderos, basureros, barrancas, cañadas, quebradas, eso son las comunas. Y el laberinto de calles ciegas de construcciones caóticas…” Arremete contra los defensores de los “derechos humanos”, contra los políticos y la política, “La ley de Colombia es la impunidad y nuestro primer delincuente impune es el presidente, que a estas horas debe de andar parrandiándose el país y el puesto”. Contra los policías que venden las armas a los sicarios, contra la iglesia, el radio, los vallenatos y hasta contra los partidos de futbol.
Y cada tanto, Alexis saca la pistola y mata, porque es un sicario y los sicarios son jóvenes casi niños, que empezaron matando por encargo de otro. Que no dicen “yo te lo mato”, sino “yo te lo quiebro”. Porque los sicarios “no conjugan el verbo matar, practican sus sinónimos”, y “matar” tiene más sinónimos que los árabes tienen para el camello.
Fernando ya se siente viejo.
“Todo en la vejez es impropio: matar, reírse, el sexo, y sobre todo seguir viviendo. Salvo morirse, todo en la vejez es impropio. La vejez es indigna, indecente, repulsiva, infame, asquerosa, y los viejos no tienen más derecho que el de la muerte”.
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Aprovecho la cita anterior para expresar mi admiración por el último libro de Fernando Vallejo: Escombros (2021).
“Tengo tanto que contar” dice en su autobiografía, tan peculiar como todos sus relatos, transformada en un maravilloso texto sobre la vejez y la muerte. Empieza hablando de sus años en México, sus cuarenta y siete años con el prestigiado escenógrafo David Antón, del sismo que hizo añicos su departamento en las calles de Ámsterdam, en la colonia Condesa de la Ciudad de México. “…¿qué me quedaba entonces por hacer? Limpiar de escombros esta escombrera en que nos dejó el departamento el terremoto”.
Cuando regresa a la ciudad de Medellín en Colombia después de una ausencia de casi medio siglo y mientras iba “caminando, y rumiando ideas”, recuerda, a pesar de la presencia del Dr. Alz-Heimer. Con un humor que lleva a su mejor expresión la ironía, la mordacidad, la desmitificación, reflexiona y, también, arremete contra todo y contra muchos.
“Ya estoy de salida de todo: del sexo, de la ambición, del poder, cansado de los cinco años que estuve en el gobierno… Todo se me olvida, de nada me acuerdo, sigo siendo yo sin ser yo, sigo siendo el mismo sin ser el mismo…”
Destaco su reflexión sobre el movimiento. “No existe nada incambiable ni quieto. Todo cambia y se mueve, bien sea con movimiento propio o bien sea montado en algo, digamos en el barco de Galileo que va hacia Alepo, yendo el barco a su vez montado en el planeta Tierra y este en la Vía Láctea. La realidad le toma el pelo al hombre y le hace creer que entiende sin entender. Y el movimiento entonces, qué es?…”
[el movimiento es todo, me atrevo a responderle].
Fernando Vallejo. Colombia, 1942.
Fernando Vallejo. La virgen de los sicarios. Colombia: Alfaguara. 1994. 98 págs. Edición Kindle.
Fernando Vallejo. Escombros. Colombia: Penguin Random House 2021. Edición de Kindle.
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