“Razonando bien se encuentra todo”. El doctor Abílio Quaresma, para quien “el atractivo de un misterio supera cualquier cosa”, es un “descifrador”. Encarna lo que, para Pessoa, su creador, debía ser la novela de enigmas: descifrar, razonando y con método. Dando lecciones de cómo investigar, Quaresma resuelve enigmas imposibles con diatribas eruditas y sarcásticas.
En vez de una reseña, escribí una síntesis de Quaresma, descifrador. Si bien no se puede hablar de la importancia de Fernando Pessoa (Portugal, 1888-1935) para la novela de detectives, porque esta es la primera edición que reúne sus textos policiales, la mayoría son inéditos, y su doctor Quaresma compendia lo que ha sido, es y será un detective.
Sólo cuatro libros de la extensa obra de Pessoa fueron publicados en vida (tres en inglés y una en portugués). La edición de los trece casos de Quaresma es el resultado de un proyecto filológico. Ana María Freitas, en su introducción, informa que el libro recoge y reconstruye por primera vez los textos de sus novelas policíacas, tanto textos manuscritos como mecanografiados, escritos a lo largo de su vida. Algunas veces hay más de una versión del caso que se narra, y frecuentemente hay faltantes.
Ana María Freitas habla de la pasión que Pessoa tuvo por el género policíaco y cita un comentario encontrado en sus Escritos autobiográficos automátiso e de reflexāo pessoal.
“Uno de los pocos divertimentos intelectuales que persisten en lo que aún le queda de intelectual a la humanidad es la lectura de novelas policíacas. Entre el inestimable y reducido número de horas felices que la Vida me permite pasar, considero que el mejor año es aquél que me permite pasar horas enfrascadas, de cabeza y corazón en las lecturas de Conan Doyle o de Arthur Morrison. Un libro de estos autores, un cigarrillo de a cuarenta y cinco la cajetilla, la idea de una taza de café -trinidad cuya unidad conjuga la felicidad para mí-, en esto se resume mi felicidad”.
Prefacio. Los textos estudiados, analizados y reconstruidos, incluyen el prefacio que Pessoa escribió. En éste, el narrador lamenta que el doctor Quaresma no hubiera tenido un solo día de fama, que había sido un soñador “encerrado en su alcoholismo impenitente y en su razonamiento, ya casi automatizado”.
El doctor Abílio Quaresma vivía en Lisboa. Era soltero, mayor de edad, médico cirujano, pero no ejerció, se llamaba descifrador de enigmas y averiguador, “En la vida sólo soy descifrador… Estudio la sintomatología de los acontecimientos y hago el diagnóstico y el pronóstico de los sucesos”.
“Así era, como yo lo vi y lo conocí, Abílio Fernandes Quaresma, médico sin clínica y descifrador de enigmas, nacido en Tancos en 1865 y fallecido en Lisboa el año presente de 1930.”
El caso Vargas. Lisboa, 1907. Carlos Vargas aparece muerto en un callejón. Se sospechó que era un suicidio. Regresaba de madrugada de casa del ingeniero Pavia Mendes quien le había entregado unos planos. Custodio Borges esperaba ansioso a Vargas, le había prometido que le prestaría dinero. El sereno vio a Vargas platicar con otro hombre en un callejón.
El jefe Bustos le dice al agente Guedes “Cuando no entiendo nada, sospecho de todo”. El agente Guedes pregunta para saber. “Claro. Has hecho muy bien. Hay quien pregunta para no saber”.
En el capítulo VIII se presenta Abílio Quaresma ante el juez de instrucción el señor Francisco de Fonseca. Éste le pregunta si conocía a Vargas. “No, no lo conocía. Ni siquiera lo había visto nunca. La razón de mi visita no es tanto hacer una declaración como proporcionar orientación sobre el caso”. El juez le responde que ya sabían el por qué Vargas se había suicidado. Quaresma responde “…si ya lo saben, es que no lo saben”.
“No fui testigo de nada, pero lo sé todo… No he venido a taerles hechos, sino razonamientos…, argumentos. Los hechos son cosas dudosas. Frente a argumentos no hay hechos que valgan”.
Quaresma explica su manera de investigar. Empezar con las tres fases del razonamiento. “La primera es determinar si realmente ha habido crimen. Si esto se determina positivamente, la segunda es determinar cómo, cuándo y por qué se perpetró el crimen. Y la tercera es determinar… quién cometió el crimen”.
Quaresma expone, reflexiona, deduce, formula hipótesis, hace analogías, aplica el “procedimiento psicológico” que él llama “psicología patológica”, clasifica en tipologías a los criminales, habla de la mente del asesino, de lo anormal, de la locura, de la histeria y la epilepsia, de la “psiconeurosis”, de la paranoia y de la locura.
Las disquisiciones de Quaresma, sobre todos los aspectos del crimen y el criminal, siempre llevan a la resolución.
El juez le dijo a Quaresma: “Nunca he sido tan humillado en mi vida, pero crea que he sido gratamente humillado”.
El pergamino borrado. Lisboa, 1908. Se trata el caso del robo de la caja de caudales del coleccionista de antigüedades Jacinto Correia. La caja guardaba un pergamino antiguo de gran valor, era la concesión de un Blasón. La caja era pesada, en forma de arca, con dos cerraduras. El arca estaba en la sala que el coleccionista llamaba su museo, que también estaba cerrada con llave. Jacinto Correia siempre traía consigo las llaves.
Sucede que el ladrón devuelve el pergamino, no la caja, con una nota del “el no abajo firmante” diciendo que su intención no era robar el pergamino.
Abílio Quaresma se presenta: “Como no tengo nada que hacer, acostumbro a dedicarme a solucionar lo que otros no pueden resolver”.
Después de analizar los hechos y crear hipótesis, Quaresma dice haber llegado a la conclusión “a través del procedimiento de exclusión de partes, porque cuando hay una coincidencia sospechosa, ésta se vuelve una prueba formal.. Quod erat demonstrandum -concluyó Quaresma…”.
La muerte de don Joāo. Un grupo de muchachos y un policía oyeron el ruido de cristales, un teléfono había sido aventado desde la ventana de un primer piso. Cuando el policía entró a la casa, vio que el señor Valle estaba “reventado” contra la caja de caudales.
La policía se enfrentaba al misterio de la desaparición del criminal pues la puerta estaba cerrada y el teléfono había sido aventado por la ventana.
Cuando Abílio Quaresma llegó a la comisaría, el inspector Guedes le preguntó si ya había adivinado cómo se había cometido ese crimen. “¿Adivinado? Yo no adivino. Nunca adivino. Ni siquiera sé adivinar… Tengo los hechos, los analizo, saco conclusiones… A eso no se llama adivinar”.
Después de escuchar la narración del crimen con todos los detalles Quaresma dijo: “Y en cuanto la oí, resolví el problema enseguida, pues es extremadamente simple…”.
La carta mágica.
Francisco de Almeida y Sá denunció al inspector Manuel Guedes, la desaparición de una carta que su padre había escrito antes de morir. Debía entregarla a un viejo amigo y socio suyo Amaro Simas que estaba en África. El día que Amaro Simas iría a recoger la carta, la esposa de Almeida le pidió a su esposo que lo acompañara a comprar a la Baixa. Dejaron la carta sobre una mesa del salón y cerraron la puerta con llave. Su hijo pequeño se quedó con la criada. Cuando regresaron la carta había desaparecido.
“La probabilidad lógica -dijo el juez- nos inclina a culpar a la criada. La probabilidad psicológica nos aleja de ella pero también parece alejarnos de todos los demás. Si nos guiamos por la vieja regla, es decir, si eliminamos lo imposible, la hipótesis que quedará, por improbable que sea, será la válida”.
Guedes acudió a Quaresma. Le plantea el problema. Quaresma le pregunta sobre la risa del ingeniero de minas. Quaresma describe la tipología de las sonrisas, establece varias hipótesis, cinco circunstancias, tres tipos de estados mentales (normal, anormal y loco). Describe la paranoia, la histeria y la locura. Dice que el hecho de no conocer el lugar donde sucedió el robo era una ventaja porque “la observación y el razonamiento pertenecen a tipos mentales diferentes. El razonador se confunde ante la observación”. Y Quaresma explicó el cómo y el quién.
El robo en la Quinta das Vinhas. En la quinta había familiares e invitados cuando se produjo el robo de cien títulos de deuda externa portuguesa guardados en una caja de caudales. Quaresma, estableciendo el hecho, explica su método de investigación, dice que los problemas pertenecen a tres categorías: la base de la investigación, el objetivo y el medio. Luego se descubren qué hipótesis encajan mejor con los hechos. Una vez se acepta una hipótesis se plantea la hipótesis contraria, con lo cual se tienen dos hipótesis probables que se oponen entre sí.
Había que aislar cualquier elemento que, siendo indudable, sea a la vez inesperado o extraño.
La desaparición del doctor Reis Gomes. “Uno de los casos más asombrosos que, sin duda, han sucedido en Lisboa, fue la desaparición del doctor Reis Gomes, la noche del 7 de febrero en la escalera del edificio…”. Quaresma soluciona el caso del médico que subió a visitar a una enferma y desapareció entre la puerta de entrada y el piso al que subía.
El caso del triple cierre o el robo en el Banco de Galicia. Las tres cerraduras de la caja fuerte habían sido abiertas con llave, con conocimiento de tres combinaciones, y sucedió en la noche. ¿Cómo pudieron cargar con una tonelada de oro y sacarla de noche? Tres funcionarios sospechosos.
Quaresma es consultado y empieza su diatriba:
“¿Me permite usted, doctor? -interrumpió el inspector Guedes-. Todo esto es muy interesante; pero ¿está usted dando una lección sobre cómo investigar delitos? -Así es- dijo el doctor Quaresma”.
Quaresma concluye que la única solución probable es “-Que nadie sacara esa caja de la cámara acorazada ni del banco.”
El caso de la habitación cerrada. Quaresma diserta sobre el suicidio, el suicida, el pálpito, distingue entre el lenguaje del inconsciente y del consciente. La conclusión es el uso de dos llaves y una media llave iguales a la que cayó cuando se introdujo una de las llaves.
El caso de la ventana estrecha. El robo de una jarretera en una orfebrería que nunca fue resuelto hasta que el doctor Quaresma encontró la solución.
Para Quaresma la inteligencia humana tiene tres categorías: la científica, la filosófica y la crítica “El razonador tiende en general (fíjense en los filósofos) a crear un dogma numérico para sus hipótesis. En general, suele escogerse el número de tres, pero hay quien se guía por otros números… El número más usual es tres: la tesis, la antítesis y la síntesis de la dialéctica platónica”.
“El argumento es un intento, dichoso si es dichoso, de reducir el hecho a sí mismo… un intento de encontrar aquello que los sentidos han olvidado… es esencialmente una clasificación de los hechos, el esbozo de una acción frente a la sensibilidad y los sentidos”.
El caso del Banco de Viseu o el cajero invisible. El cajero de apellido Vieira había desaparecido. También había desaparecido dinero.
Crimen. Se presenta el caso: dos jóvenes salieron de una fiesta de las Juventudes Católicas. Acostumbraban a acompañarse porque la casa de uno quedaba de camino del otro. Uno apareció muerto en el río. El otro es interrogado. Se presenta el análisis de Abílo Quaresma.
Cómplices o Tribunal. “Meritísimos jueces: tengo a mi favor la razón y la justicia, por lo tanto, empezaré por no saludar a nadie… La razón no requiere saludos, y la justicia desprecia a la razón que se sirva de éstos… represento sólo a la razón… No estoy aquí para acusar; estoy aquí porque tengo que acusar”.
Así empieza la larga y farragosa argumentación del abogado de la acusación en el caso de dos funcionarios que pudieron igualmente culpables de haber disparado a la víctima.
Quaresma con sarcasmo evidencia la futilidad en que caen los letrados “argumentadores” (y que el abogado era el asesino).
El robo en la rua dos Capelistas. “En la vida sólo soy descifrador… Estudio la sintomatología de los acontecimientos y hago el diagnóstico y el pronóstico de los sucesos”, dijo Abilio Quaresma, al hacer un “perfil” del ladrón, basado en los datos y en los hechos.
“Así pues, llegamos a los siguientes detalles del delincuente: un individuo de clase social media por lo menos, no muy pobre… frecuentador de su casa o de la de su padre, con ciertos conocimientos de cerrajería, inteligente y calculador… Razonando bien se encuentra todo”.
Fernando Pessoa escribió bajo su nombre y bajo aproximadamente setenta y cinco, “heterónimos”, que no son pseudónimos, sino personalidades poéticas individuales y completas, según lo cual “Fernando Pessoa” era el “ortónimo”, esto es, la personalidad original. Sus heterónimos más conocidos son Álvaro de Campos, Ricardo Reis, Alberto Caeiro y Bernardo Soares, éste, autor de su gran Libro del desaosiego. Cada uno de sus heterónimos tienen su propia biografía, libros escritos y estilo.
Fernando Pessoa. Lisboa, Portugal 1888-1935.
Fernando Pessoa. Quaresma descifrador. Barcelona: Acantilado. 2014. 530 págs.
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