A partir del epígrafe “I hear those sirens screm my name” (“Up In Flames”, David Linch), la historia de Páradais (2019) de Fernanda Melchor (México, 1982), se dirige, como “una flecha cortando el aire”, como “un auto avanzando a 150 kilómetros por hora por una carretera oscura y estrecha”* a un desenlace fatal.
Páradais es un tremendo thriller psicológico que se acrecienta por la violencia del lenguaje, de la naturaleza humana y del paisaje natural. La descripción de los contextos, de los ambientes y de los personajes, exponen las profundas diferencias, “absurdos sociales”, los ha llamado la escritora.
En los fraccionamientos residenciales, como el de Paradise, la naturaleza está contenida y engalanada y los ambientes son secos y con aire acondicionado. El contraste es brutal con la naturaleza violenta, exuberante, arrolladora, salvaje, caliente y húmeda del “trópico negro”, como tan certeramente Fernanda Melchor ha bautizado a las zonas tropicales de Veracruz.
El contraste entre la adolescencia del joven rico y la del joven pobre también es brutal. Su edad los hace compartir la obsesión por el sexo, la evasión que les provoca el alcohol, el deseo de huir, de escapar ante lo incierto de sus futuros. Pero para uno significaba ser criado o criminal. Para el otro un internado en Puebla.
“…Leopoldo García Chaparro se convertía en el jardinero del conjunto residencial Paradise. Páradais, lo corrigió Urquiza, con una media sonrisa de burla, la segunda vez que Polo trató de pronunciar esa gringada. Se dice Páradais, no Paradise; a ver, repítelo: Páradais. Y el nuevo empleado tuvo ganas de responderle: Páradais la puta que te parió, pinche guango maricón, pero no se atrevió a decir nada con su madre ahí al lado, presionándolo para que firmara de una vez…”
“Todo fue culpa del gordo, eso iba a decirles. Todo fue culpa de Franco Andrade y su obsesión con la señora Marián. Polo no hizo nada más que obedecerlo, seguir las órdenes que le dictaba. Estaba completamente loco por aquella mujer”.
Polo tenía 16 años, no quiso seguir estudiando, su mamá lo metió de mozo y jardinero de Paradise, uno de los fraccionamientos de la empresa en la que ella trabajaba. Franco era un adolescente gordo qué vivía ahí con sus abuelos. Desde que la familia Moroño se mudó al fraccionamiento Paradise, Franco se obsesionó con la señora Marián Moroño. Franco conseguía el dinero que le robaba a sus abuelos para que Polo comprara los cigarros y el chupe, cerveza, ron, alcohol de caña, para lo que alcanzara. Al final del turno de trabajo de Polo, los jóvenes se sentaban frente al rio Jamapa. Polo bebía y escuchaba lo que Franco le haría a la señora Moroño “y así durante horas enteras, una fantasía tras otra».
“¿Qué tenía en la cabeza aquel pinche güerito de cagada, hijito consentido al que nada le hacía falta, a quien todo el mundo protegía? No trabajaba, no estudiaba, no movía un solo dedo para forjarse un futuro porque tarde o temprano sus abuelos le comprarían uno, costara lo que costara. ¿Por qué alguien así querría mandarlo todo a la mierda nomás para meterle la ñonga a una maldita perra y decirle que la amaba?”
Embotado por el alcohol y el cansancio, cada noche Polo tomaba su bicicleta y recorría el camino que iba de Paradise a Progreso. Llegaba de madrugada para evitar que su madre lo viera borracho, se tendía sobre el petate, en el suelo, porque en su cama dormía su prima Zorayda, que le quería enjaretar al niño que traía en la panza. “¿Quién era él realmente? Un hijo de la chingada, decía su madre siempre”.
“Lo que pasó después, entre las tres y las siete de la mañana de aquel lunes de finales de julio, Polo lo recordaría como una sucesión de instantes casi mudos…”
“…todo había sido culpa de Franco Andrade, Polo no había hecho nada más que obedecerlo; el pobre imbécil estaba loco por aquella mujer…”
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* Antonio Ortuño. Entrevista con Fernanda Melchor. “Aún había mucho que decir del trópico negro”. Revista de la Universidad de México. Julio, 2020.
Fernanda Melchor. Boca del Río, Veracruz, México, 1982.
Fernanda Melchor. Páradais. México: Penguin Random House. Grupo Editorial. 2019. 118 págs.
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