Cien años de espías y drogas (2022) de Carlos A. Pérez Ricart (México, 1987) no es un libro de ficción.
Parte de los libros aquí reseñados tocan el tema del narcotráfico desde la perspectiva de la ficción criminal.
Cien años de espías y drogas presenta la historia del desarrollo del narcotráfico en México desde una perspectiva académica. La trayectoria académica de Pérez Ricarte es larga y sólida, como lo es la bibliografía que fundamenta su investigación. [Creo que es la primera vez que reseño un libro de un miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México].
Tratar el tema del narcotráfico en México, o en cualquier otra parte del mundo, es una empresa inabordable. Estoy convencida de que es una actividad que está [y ha estado] presente en todos los ambientes y niveles de la cotidianidad de nuestro país. Qué es un tema que no se puede soslayar. Que no puede haber ningún estudio con aspiraciones de seriedad [sin importar el tema] que no toque el factor narcotráfico. Que el primer paso para dar soluciones es incluir el factor narcotráfico en cualquier toma de decisiones. Y que hay que avanzar en el camino de la regulación de sus actividades. Regular, diferente y lejana a la legalización, porque no se puede legalizar una transgresión criminal.
“Un poco de historia, como siempre, quizás nos ayude a entender”. “Entender” es lo que ofrece Pérez Ricarte. El acercamiento exhaustivamente fundamentado sobre la historia de la presencia de los agentes antinarcóticos de Estados Unidos en México, es el hilo conductor de este trabajo.
“Los agentes antidrogas son una mezcla de diplomáticos, burócratas, investigadores, policías y conspiradores que, a veces, en franca ilegalidad, y otras, con el permiso parcial de los gobiernos locales, desarrollan actividades que van desde el cultivo de redes de informantes hasta la realización de operaciones policiacas que involucran detenciones, confiscaciones, muertos y heridos”. (p. 13)
La primera parte del libro, habla de lo que Pérez Ricarte llama “el sistema”: las dos agencias predecesoras de la DEA, el Federal Bureau of Narcotics (FBN) y el Bureau of Narcotics and Dangerous Drugs (BNDD), habían comenzado a establecer oficinas en México desde los años sesenta. (pp. 24-25).
La segunda parte presenta la semblanza de cuatro “Agentes”: Alvin F. Scharff. Joe Arpaio. Enrique Kiki Camarena, Héctor Berellez.
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Pérez Ricarte presenta en la primera parte las características y el desarrollo de la producción, el tráfico y la prohibición de comerciar marihuana, heroína, morfina y cocaína, a Estados Unidos.
“El cannabis, la adormidera y la hoja de coca son tres plantas que cambiaron la historia de México en el siglo XX y que se entrelazan con nuestro presente y futuro”(p. 42). Su cultivo, comercialización, contrabando y venta ilegal, se etiquetan bajo la palabra “narcotráfico”.
Cannabis. En China, hace cuatro mil años, se cultivó por la fibra de su tallo para producir textiles y papel. Para infusiones con las cuales se trataban diversas enfermedades. Y por los efectos alucinógenos de la resina que se obtiene de sus flores. Llega a México en el siglo XVI.
En el México Antiguo se usaban raíces, hojas, flores y semillas, con propiedades psicoactivas; dos ejemplos son el peyote y el pipiltzintzintli. Para uso religioso y medicinal. El peyote fue prohibido por la Inquisición en 1629.
El término “marihuana” parece ser mexicano. Su primer registro “Rosa María, cáñamo del país y marihuana” data de 1846. No se criminalizó hasta finales del Porfiriato.
Para Pérez Ricarte es falso que estas drogas hubieran sido introducidas a los Estados Unidos desde México. Ya se vendía en las farmacias hacia 1850 y había fumaderos de “hachís” (una pasta de resina de cannabis) en Nueva York Filadelfia, Chicago y Nuevo Orléans hacia 1880. Hay constancias que llegaron en navíos de India, el Caribe y América del Sur. Para finales del siglo XIX ya había cultivos en California, administrados por “turcos, árabes y armenios”.
Adormidera y opio. El opio es una sustancia que se extrae de la planta adormidera. Tres sustancias derivadas de ella, prohibidas y consideradas narcóticos, son la heroína, la morfina y la codeína. El opio combinado con azafrán, vino blanco y otras sustancias, produce el láudano. El opio se consume desde el Neolítico en el planeta. No tiene utilidad textil como el cannabis. A partir de 1830 se desarrolla una industria de derivados del opio en Alemania, Reino Unido y Estados Unidos.
Las Guerras del Opio. 1839-1856. La gran demanda de té, porcelana, condimentos y seda provenientes de China produjo un desequilibrio comercial para el Imperio británico. Para enfrentarlo los británicos pagaban con opio de la India. El emperador chino cerró la frontera a la poderosa Compañía de las Indias Orientales. China perdió la guerra, tuvo que ceder Hong Kong y abrir el mercado del opio en China. Una de sus consecuencias fue la migración de población china a todo el mundo. California los atraía por la construcción de ferrocarriles y la “fiebre del oro”. Para 1852 suponían el 10% de la población. Llegaron con semilleras de adormidera y pronto hubo fumadores de opio en la ciudad de San Francisco.
A partir de 1893 los chinos empiezan a llegar a México. Para 1910 había colonias en los estados del norte, Baja California Norte, Sinaloa, Sonora, Chihuahua. Inician los cultivos de la amapola blanca en Sinaloa y en la zona serrana de Badiguarato. Se usa el puerto de Mazatlán para su transporte. En los años setenta del siglo veinte México se convirtió en un centro importante de producción de opio.
Hoja de coca. La cocaína es una sustancia alcaloide que proviene de la planta de coca, original de la zona andina. El masticado de las hojas mezcladas con una pasta de ceniza y cal se conoce como mambeo. En 1855 se aisló químicamente la cocaína. En 1862 entró a la industria farmacéutica. “… la Coca-Cola, bebida a cuya fórmula secreta se le agregaron pequeñas dosis de cocaína entre los años 1886 y 1904” (p. 59). Para mediados de los años setenta del siglo XX, la cocaína cambió todo.
Los derivados del opio, la cannabis y la cocaína se empezaron a prohibir globalmente a partir de la primera década del siglo XX. En México, “grosso modo, de 1916 a 1926” (p. 63). Las prohibiciones generaron los mercados ilegales que dieron origen al narcotráfico.
Pérez Ricart continúa en esta parte presentando el desarrollo de la actividad del narcotráfico a lo largo del siglo XX. Documenta las autoridades mexicanas y estadounidenses que lo combatieron.
En la segunda parte el autor se centra en cuatro agentes: “Alvin F. Scharff: de contrabandista a policía”. “Joe Arpaio: el policía más rudo, implacable y mentiroso”. “Enrique Kiki Camarena: la muerte que lo cambió todo”. “Héctor Berrellez y la danza de los testigos protegidos”.
Se habla de las autoridades, agencias y agentes estadounidenses, de sus actividades en México, de sus relaciones con las autoridades mexicanas, y con algunos narcotraficantes. De cómo reclutaban criminales, los convertían en informantes y luego en testigos protegidos.
Es muy interesante la explicación de la llamada “Operación Leyenda”, la investigación de la DEA sobre a los responsables del asesinato del agente de la DEA Enrique “Kiki” Camarena en 1985. “A casi cuarenta años del asesinato de Kiki Camarena es imposible saber quién miente y quién dice la verdad… Los testigos sirvieron, más que a la verdad, a una fiscalía deseosa de culpar al gobierno mexicano del asesinato del exagente de la DEA”. (p. 316).
Espero despertar el interés de la lectura del libro de Carlos A. Pérez Ricart con estas breves notas. Y así acercarnos un poco al entendimiento de lo que yo llamo el factor narcotráfico. Porque está presente en todas partes.
ETIQUETAS: NARCOTRÁFICO.
Carlos A. Pérez Ricart, Ciudad de México, México, 1987.
Carlos A. Pérez Ricart. Cien años de espías y drogas. La historia de los agentes antinarcóticos de Estados Unidos en México. México: Penguin Random House Grupo Editorial. 2022. 427 págs
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