“He dared his enemies to strike so they did”. (p. 142)
Sin duda, el asesinato más famoso de la historia es el de Julio César acaecido en el año de 44 a. C., esto es, hace dos mil sesenta y ocho años.
El libro de Barry Strauss (Estados Unidos de Norte América, 1953) La muerte de César (2015) no es ficción. La bibliografía sobre Julio César es inabordable. Tanto el asesinato como el complot o conspiración, sus causas y consecuencias, han sido profusamente estudiadas a lo largo de la historia (si bien los detalles se han conjeturado a veces muy libremente).
Strauss realiza un apasionado estudio sobre la vida de Julio César. Para llegar a las causas que fueron provocando la conspiración en su contra y su asesinato, el 15 de marzo de 44 a. C., durante los “idus de marzo”[1], Barry informa, ilustra, ejemplifica todos los factores y personajes que incidieron en el crimen. Strauss no deja nada de lado. Las repercusiones y consecuencias que tuvo la conspiración y la muerte de Julio César trascendieron a Roma, y al tiempo. Nos siguen moviendo a la reflexión. No creo exagerar si opino que la lectura de este libro enriquecería a quienes deseen dedicarse o ya se dediquen al quehacer político, activamente o como analistas.
El libro de Barry Strauss, profesor e historiador, especialista en la antigüedad clásica y la historia militar del mundo antiguo, se publicó en el año 2015.
The Death of Cesar de Barry Strauss comprende 324 páginas. Está estructurado en tres partes, cada una con varios capítulos: 1. Regreso a Roma. 2. Sangre en las piedras. 3. El camino de regreso.
Previas a estas tres partes, el autor ofrece: un cuadro cronológico que va desde el año 100 a. C., año del nacimiento de Julio César, hasta el año de 27 a. C. cuando Octaviano recibe el nombre de “Augusto”. Notas biográficas de los personajes principales. Un breve panorama de la historia de la República de Roma (s. V-I a.C.[2]); del mundo romano en el tiempo de Julio César; y de la ciudad de César.
Al final de las tres partes que comprenden el texto del libro el autor incluye: “Agradecimientos”. Imágenes de bustos y monedas de Julio César; y de bustos de Pompeyo, Marco Antonio, Octaviano, Brutus, Cicerón y Casio.
Destaco dos partes finales. Una que comenta la extensa bibliografía existente sobre Julio César y una segunda con comentarios sobre las notas del autor.
Esta entrada en el blog tiene dos partes. La reseña propiamente dicha en la que me constriño a la conspiración y el asesinato. Strauss se basa en los textos recuperados de Cicerón, Nicolás de Damasco, Plutarco, Suetonio, Apiano y Dion Casio. Sus relatos coinciden en que el ataque a César no fue ni casual, ni improvisado, aunque difieren en los detalles. Supuso una cuidadosa planeación, debía de ser tan repentino que no diera tiempo a sus seguidores a defenderlo.
Después de la ficha bibliográfica, presento una breve síntesis del texto con el anhelo de despertar el interés de los lectores para acercarse a un personaje histórico extraordinario. Su vida y las causas y consecuencias de su magnicidio se han estudiado a lo largo de la Historia. Estoy convencida de que para nuestra generación tienen mucho que enseñarnos.
“CAESAR (Gaius Julius Caesar), 100–44 B.C. Brilliant politician, general, and writer, he was eventually Dictator in Perpetuity. The most polarizing figure of the age, he made many Romans fear that he wanted to become king and harm their interests, and so they decided to assassinate him. Age in 44 B.C.— fifty-five”.
Gaius Julio César. Las reformas que realizó en sus cincuenta y cinco años de vida han trascendido hasta nuestros días. Nació en Roma el 12 o 13 de julio del año 100 a. C. De una familia patricia de la gens Julia. Sus hazañas militares y conquistas son leyenda: llevó a su máxima expansión los territorios dominados por la República romana (entre los siglos V y I a.C.[3]).
“Dark-eyed and silver-tongued, sensual and violent, Caesar possessed supreme practical ability. He used it to change the world, driven by his love for Rome and his lust for domination”. (p. 4).
“Caesar was both genius and demon, excelling at politics, war, and writing—a triple crown that no one has ever worn as well. ..”. (p. 33)
Sus éxitos militares se pueden describir con su famosa frase “VENI VIDI VICI”, “llegué, ví, vencí”. Fue un genio en la política. Un gran escritor. Llevó a cabo reformas que hicieron avanzar a Roma y que han sido de gran trascendencia para el desarrollo del mundo occidental, como su reforma del calendario.
Para el año 44 a.C., Julio César había concentrado en su persona los más altos rangos y poderes militares de la República romana. Ostentaba el título de dictador perpetuo, sumo sacerdote, “imperator”. Controlaba el Senado, el tesoro y el ejército. Era idolatrado por sus soldados y veteranos y por la plebe urbana. Había conquistado para la República romana partes del territorio de las Galias y España, partes del norte de África y de Asia Menor, sembrando en esos territorios sus campamentos militares y su lengua. Y estaba preparando una nueva campaña militar contra los partos (persas).
Las interpretaciones históricas sobre la causa de la conspiración para asesinarlo se reducen a la idea de que quería ser “rey”, título odiado por los romanos porque los remitía a la etapa monárquica etrusca. Quería coronarse y con eso limitar al Senado. Parece que César tenía la idea de que la institución del Senado ya no era funcional para gobernar los extensos territorios que dominaba y que pensaba conquistar, que el Senado era un obstáculo para que Roma se convirtiera en un imperio. “Either Caesar or the Republic could survive, but not both”. (p. 30).
Para Strauss el odio es un gran peligro. El odio provoca conspiraciones y el odio del pueblo las hace viables. En los tres meses anteriores a los idus de marzo César le había faltado el respeto al Senado, había agredido a los tribunos de la plebe y había coqueteado con la monarquía. Para febrero había nacido o ya estaba activa la conspiración que lo tiraría.
Para marzo de 44 a.C., la conspiración ya se había echado a andar. Los conspiradores habían asustado a la opinión pública con la idea de que Julio César iba a reemplazar la República por una dictadura perpetua y que se coronaría “rey”.
Los conspiradores eran optimates, decían luchar por la República, pero sobre todo por el poder que conllevaba. Lo líderes fueron:
Casio, “Perhaps the man who hatched the conspiracy”, hábil conspirador, pero se necesitaba a alguien con autoridad, alguien a quien otros seguirían. Brutus era el hombre indispensable para el complot contra Julio César.
Brutus, a quien Strauss califica como “el más famoso de los asesinos de la Historia”. “He wanted to kill Caesar without launching a revolution or disturbing the peace—an impossible ambition”. (p. 112) En la ciudad de Roma aparecían mensajes para alentar a Brutus, entre ellos grafitis con la leyenda “Brutus despierta”. Casio había convencido a Brutus para que liderease la conspiración; su esposa Porcia lo alentó. Su personalidad ha sido malentendida, dice Strauss, en buena parte por Shakespeare quien lo presenta como el hombre que sufría por matar al amigo que ama.
Décimo, “If Brutus was the heart of the conspiracy and Cassius the head, Decimus was the eyes and the ears. He was an insider”. (pp. 81-82). Strauss no hace concesiones con este personaje, lo presenta como una persona vil, porque era el amigo y confidente de César, habían peleado juntos y César le había otorgado honores; después se sabrá que Julio César lo había nombrado en su testamento.
Brutus fue el líder. Con Casio y Décimo (y otros pocos) decidieron con rapidez y cautela cómo, dónde y cuándo asesinar a César. Se reunían en secreto en diferentes casas, discutieron el papel de Marco Antonio, analizaron los posibles lugares donde cometer el crimen. Creían que el Senado y el pueblo les agradecerían haberlos liberado del tirano y que la República se salvaría.
Se conoce el nombre de otros veinte conspiradores, posiblemente participaron unos setenta, muchos amigos o allegados de Julio César. Cicerón, el más famoso orador romano, no solo apoyó a los conspiradores, sino que fue el espíritu que guio la conspiración.
Era importante que el asesinato sucediera antes de que Julio César partiera contra el reino de los partos. La fecha acordada fue el idus de marzo. El lugar la sede del Senado, la Curia Pompeya, un lugar cerrado al que sólo los senadores accedían.
César había recibido muchos augurios funestos. En el pasado había habido conspiraciones en su contra y había sufrido atentados. Sospechaba de Brutus y de Casio, pero no tomó en serio el riesgo que podría estar corriendo. Confiaba en su coraje, tal vez arrogancia; en el juramento de sus oficiales; menospreciaba los rumores que se habían extendido; no hacía caso de los presagios cada vez más desfavorables.
En la mañana del idus de marzo Calpurnia y César despertaron al amanecer. Ella había tenido malos sueños y le rogó a su esposo que no asistiera a la reunión del Senado. César había sufrido de “vértigo” durante la noche (parecía que sufría ataques de epilepsia). Julio César salió a visitar a Calvinus y se encontró con el adivino Espurina quien un mes antes le había advertido que en un mes correría peligro. (Al respecto Shakespeare acuñó su famosa frase “beware of the Ides of March”). Strauss, por su parte, escribe: “There now took place the famous exchange between the dictator and the soothsayer. “The Ides of March have come,” said Caesar. “Aye, they have come but not gone,” replied the soothsayer in one of history’s memorable comebacks”. (p. 110).
«But with each day the risk increased that the plot would be discovered. It all came down to Decimus. And so, he came to Caesar’s home”. Los conspiradores enviaron a Décimo a casa de Julio César para asegurarse que asistiría al Senado. Mientras, en el norte de Roma se congregaba una multitud para participar en el festival de Ana Perenna. En el Foro se iba a realizar la ceremonia en la que los jóvenes recibían por primera vez la virilis[4]. Junto a la Curia Pompeya los gladiadores de Décimo se preparaban para la lucha. En la isla del Tíber se había establecido el campamento del ejército de Lépido. Además, habían llegado a Roma cerca de quince mil veteranos para escoltar a Julio César a la región parta.
Los senadores reunidos en casa de Casio se colocaron una daga debajo del cinturón que amarraba su túnica, debajo de la toga con las tiras senatoriales de color rojo púrpura. Después de la ceremonia del Foro, los conspiradores se encaminaron a la sede del Senado. Circulaba el rumor de que Julio César iba a dar un anuncio importante. Que Lucius Cota iba a proponer que se nombrara “rey” para ir a derrotar a los partos, que el título sólo se aplicaría fuera de Roma.
La sesión del Senado del idus de marzo de 44 a.C. se celebró en el recinto de la Curia Pompeya. Estaba programada a la tercera hora. César llegó demorado. Plutarco observa que sorprendía la calma y compostura de Casio.
Si Décimo no hubiera llegado a la casa de César con la misión de convencerlo de asistir a la sesión; sí César le hubiera hecho caso a los sueños de Calpurnia; si le hubiera hecho caso a los presagios de los adivinos; si no hubiera escuchado a Décimo; si tal vez Décimo no le hubiera ofrecido su voto para ser rey fuera de Roma; si Décimo no le hubiera hablado a César como un soldado le habla a otro soldado, pues habían sido camaradas en muchas campañas. “Decimus is supposed to have said. “Will someone of your stature pay attention to the dreams of a woman and the omens of foolish men?”.
Pero, concluye Strauss, “Caesar decided to go to the Senate meeting not because he thought it was safe, one suspects, but because he thought it was dangerous. It was almost at the end of the fifth hour—that is, shortly before eleven o’clock—when Caesar went forth”. (pp. 121-123)
Los sacrificios que se realizaron antes de que Julio César entrara al recinto fueron funestos. Sus amigos le aconsejaron que se retirara. Nicolás de Damasco describió la escena: “The soothsayers saw an avenging spirit in the omens; Caesar got angry and turned to face west, which was an even worse omen since the west symbolized sunset and death”.
Strauss se pregunta ¿qué hizo que César no cambiara de opinión y entrara al recinto del Senado? Según Nicolás de Damasco, Décimo pronunció una frase que se haría famosa “make your own manly excellence an auspicious omen.” “haz de tu propia excelencia varonil, un presagio auspicioso”. Décimo despreció a los adivinos; lo tomó de la mano y lo condujo adentro. Todos los senadores ya estaban adentro.
El asesinato. Strauss supone lo que pudo suceder en el recinto de la Curia Pompeya. Describe el recinto y la disposición de los asientos. En el extremo opuesto a la entrada se ubicaba la tribuna. Posiblemente existía una estatua de Pompeyo en esa tribuna. Se estima que el quórum de ese día fue de unos 200 (de 900).
Los senadores se levantaron de sus asientos cuando César entró al recinto. “The dictator looked splendid. Caesar was wearing the special toga of a triumphant general, dyed a reddish purple and embroidered with gold. The Senate had given him the right to wear it and he put it on for formal occasions”.
César tomó asiento en su silla dorada en la tribuna. Los conspiradores estaban armados y preparados.
Antes de que César tomara asiento, algunos de los conspiradores se habían colocado detrás de su silla y otros se habían dispuesto alrededor, como si fueran a rendirle sus respetos. No hubiera sido posible que sesenta hombres se acercasen, ni había lugar para sesenta hombres en la tribuna como dicen algunas fuentes. César no sospechaba. “Cassius was there from the start and supposedly glanced at the statue of Pompey as if to draw support from his old friend and enemy of Caesar”. (p. 132)
Después de que César se sentó, Tillius Cimber se aproximó para pedirle que perdonara a su hermano que estaba exiliado. Cimber jaló la toga del hombro de César, éste se enojó. Según Suetonio, César exclamó “Por qué esta violencia”. Los presagios habían sido ciertos y él había estado errado. Pero ya era muy tarde. Al jalar la toga, se había dado la señal de atacar.
Publius Servilus Casca, senador amigo de César, tuvo el honor de haber dado la primera puñalada; era un hombre experimentado en el uso de la daga, que requería fuerza física, cierta brutalidad para poder atravesar la carne de un hombre, y gran audacia. Casca tenía que apuñalar a sangre fría frente a varios cientos de testigos, sabiendo que podía haber represalias.
Casca atacó desde arriba para herir el cuello que hubiera sido fatal, pero falló. Hirió a César en el pecho.
Cuatro o cinco de las fuentes dicen que César trató de defenderse. Dion Casio dice que había demasiados atacantes para que César pudiera defenderse. Plutarco dice que César logró tomar la daga de Casca. Apiano dice que César trató de aventarlo con gran violencia. Suetonio dice que César agarró el brazo de Casca que lo estaba apuñalando con un punzón o estilete, que trató de levantarse, pero que no pudo ante el siguiente ataque.
Apiano dice que César gritó asesinos. Plutarco dice que César gritó en latín “Impious Casca”, “qué haces”. Podría ser porque César consideraba que Casca era su amigo. Suetonio dice que César emitió un gemido y Dion Casio que fue incapaz de decir nada. Para Strauss, un guerrero como César, probablemente debió de gritar en su defensa. Plutarco y Nicolás de Damasco dicen que Casca le gritó fuerte en griego a su hermano Gaius quien obedeció hermano y perpetró el segundo ataque, hiriendo al dictador en las costillas.
Hubo una pausa mientras los otros asesinos sacaban sus dagas. Para Strauss, los asesinos pensaban que al atacar a César se estaban cubriendo de gloria, creían que estaban esgrimiendo su deber para defender la República, que lo hacían por convicción, sin interés personal, sin odio, sin envidia, pero, Strauss sentencia: “and they did out of honor” (p. 135).
Las puñaladas fueron rápidas y furiosas. Plutarco dice que César reaccionó como una bestia. Cayó de su silla. Nicolás de Damasco menciona a Casca; a Casio quien le provocó un golpe en la cara; a Décimo quien lo hirió debajo de las costillas; a Minucius Basilus quien falló al atacar. Nicolás de Damasco menciona que Casio intentó dar un segundo golpe, pero hirió la mano de Brutus. Apiano coincide en que Casio golpeó el rostro de César, y dice que Brutus lo apuñaló en el muslo y Bucolianus en la espalda. Plutarco dice que Brutus atacó a César en la ingle “—a site that sounds a little too Good to be true for Caesar’s alleged love child”. (p. 135)
«Ah, Brutus, the famous center of Shakespeare’s description of the assassination! Caesar’s cry of “Et tu, Brute?” or “You too, Brutus?” is not in the ancient sources”. (p. 136). Sobre esta exclamación Strauss dice que es una invención del Renacimiento.
Seguramente Julio César murió a los pocos minutos. Cada uno de los veinte o más asesinos tuvieron la oportunidad de apuñalarlo antes de que muriera.
La túnica y la toga de César debió estar bañada de su sangre, al igual que las dagas de los asesinos.
César recibió veintitrés heridas, según por lo menos ocho de las fuentes antiguas. Antistius, el médico que examinó el cuerpo de César, concluyó que de las veintitrés heridas, solo una había sido fatal. La segunda herida del pecho. Si se asume que fue la que infligió Gaius Casca a las costillas de César, se podría decir que ese fue el asesino. No hay certeza de que Antistius estuviera en lo correcto.
Los demás senadores estaban aterrorizados, algunos trataron de enfrentarse pero tuvieron que huir ante el número de los oponentes.
“Julius Caesar lay dead, but the Republic he had left behind, still seethed in agony. Julius Caesar was dead but not buried. (p. 142)
Marco Antonio, era un gran general, político y orador, fue el enemigo mortal de los conspiradores. Los conspiradores temían su reacción y habían asignado a Trebonio, su compañero de armas, para que lo mantuviera fuera del Senado.
Los conspiradores habían triunfado, el Senado debería de retomar el control de la República. Los días siguientes se vivió en Roma un gran alboroto. Los conspiradores debían negociar con la gente de César, buscar el apoyo de la plebe, neutralizar a sus soldados. Lépidus había hecho traer a sus tropas y empezaron a llegar a Roma los veteranos de César.
El pueblo que había estado dividido por los discursos de los conspiradores sucumbió ante la eulogía de Julio César que Marco Antonio pronunció durante el funeral de estado de Julio César.
En su testamento firmado el 15 de septiembre del año anterior, Julio César heredaba a su sobrino nieto Octaviano las tres partes de su fortuna privada (Según Plutarco, la fortuna de César era de 4,000 talentos, algo así como 250,000 libras de plata). El resto se repartiría entre los primos de Octaviano, Pedius y Pinarius. Además, lo adoptaba y le daba su nombre, “César”. Julio César había otorgado un honor adicional a Décimo, lo nombró heredero en segundo grado, en caso de que el primer heredero estuviera incapacitado para recibir la herencia. Marco Antonio recibió un honor similar. Legó a cada ciudadano de Roma trescientos sestercios (moneda de plata) y donaba sus jardínes del Tiber al pueblo.
La generosidad de Julio Cpesar se convirtió en odio contra los hombres que lo asesinaron, especialmente contra Décimo que pasó de amigo y heredero a asesino.
Strauss describe la espectacularidad del funeral de César, combinó música, procesiones, coros, la eulogía, accesorios, la pira funeraria, y al final, disturbios. Mucho más teatral que el funeral descrito por Shakespeare. La procesión fúnebre fue seguida por miles de romanos. Se colocó la pira funeraria en un santuario dorado sobre una plataforma en el Campo Marte. La toga ensangrentada ondeaba en lo alto del santuario. Las fuertes coinciden en el dramático discurso de Marco Antonio quien leyó los honores otorgados por el Senado, entre ellos el estatus de “padre de la nación”. Negó que fuera un tirano, lo llamó dios y dio cuenta de sus guerras, batallas, victorias, pueblos conquistados y botines de guerra enviados a Roma. Se arrodilló y se levantó, alzó sus manos al cielo, lloró y sollozó.
Lo más notable fue que Marco Antonio se comportó como el líder, y el pueblo como el coro.
After offending both masses and elite, Cesar refused to take a proper bodyguard because it was beneath the dignity of a man of destiny such as himself. He dare his enemies to strike so they did”. (p. 141-142)
ETIQUETAS: CONSPIRACIÓN. MAGNICIDIO. HISTORIA.
Barry Strauss (Estados Unidos de Norte América, 1953)
Barry Strauss. The Death of Caesar. The Story of History’s Most Famous Assassination. USA: Simon & Schuster. 2015. 324 p. Kindle Edition
SINOPSIS
Julio César sufría de mareos o convulsiones (tal vez síntomas de epilepsia). Se estaba quedando calvo, tenía arrugas en el rostro y las mejillas hundidas. Era astuto y peligroso. “He personified talent, strategy, memory, literature, prudence, meticulousness, reasoning, and hard work, as a contemporary said”. (p. 15).
Tuvo tres esposas: Cornelia, Pompeya y Calpurnia; numerosas amantes, una de ellas Cleopatra, la famosa reina de Egipto con quien se le atribuyó un hijo de nombre Cesarion. Y un hijo adoptado, Augusto.
Sus escritos De Bello Gallico (La guerra de las Galias) y De Bello Civili (La guerra civil) trascienden a sus comentarios militares y han perdurado a través de los siglos como clásicos de la literatura latina.
Sus éxitos militares se pueden describir con su famosa frase “VENI VIDI VICI”, “llegué, ví, vencí”[5]. Entre los años 58 y 50 a.C. conquistó el territorio conocido como las Galias: partes de Francia, Bélgica, Suiza, norte de Italia, Alemania, los países Bajos, las islas Británicas y España. Asimismo, conquistó partes del norte de África y de Asia Menor. Las conquistas significaban un gran botín, para Roma, para él y para sus soldados. El 10 de enero del año 49 a.C. cruzó con parte de su ejército el río Rubicón en el norte de Italia desobedeciendo la orden del Senado en Roma. Este hecho originó la idea contenida en la locución adverbial “pasar el Rubicón”, con el significado de “dar un paso decisivo, arrostrando un gran riesgo”[6].
Julio César también fue un genio en la política. En Roma se enfrentó a Pompeyo y Craso y a la oligarquía. Reformó el Senado. En el año de 46 a.C. el Senado le otorgó el título de dictador por diez años. Como sumo sacerdote de Roma tenía su residencia junto al Foro. El Senado lo había autorizado a usar el título de “imperator” (o “comandante”, título otorgado temporalmente a generales después de una gran batalla). Lo autorizó a vestir el púrpura y el oro en ocasiones formales. Tenía el honor de ser ovacionado por los senadores.
En enero-febrero de 44 a.C., el senado lo nombró Dictador perpetuo.
Julio César llevó a cabo reformas que hicieron avanzar Roma y que han sido de gran trascendencia en la Historia del mundo. Otorgó tierras a sus veteranos y granos a los pobres regulando el reparto de cereales y de tierras. A la plebe urbana le ofrecía dádivas, entretenimientos, y dispensa de deudas. Propició el establecimiento de colonias fuera de Roma y en el extranjero. Favoreció la inmigración de doctores y maestros a Roma. A sus partidarios en provincias les concedió la ciudadanía romana. Abrió los cargos públicos y escaños en el Senado, que amplió de 600 a 900. Incrementó el número de oficiales públicos. Reformó el calendario juliano hasta que fue siendo sustituido progresivamente por el calendario gregoriano a fines del siglo XVI.
“But his most important administrative reform by far concerned the calendar. Rome’s lunar calendar, based on a year of about 354 days, was out of sync with the seasons. Caesar put through an epoch-making reform—the solar calendar of 365 days plus leap year that is still in use today by most of the world (with a few adjustments in the 1700s A.D.). The new calendar started on January 1, 45 B.C.
As for the capital city, Caesar replaced republican austerity with imperial pomp and sealed it with a dynasty’s stamp. And at the center of everything, dictator and nearly demigod, stood Caesar”. (p. 41)”.
Contexto. Con el título de “De dictador a Dios” Strauss relata los seis meses que pasaron desde que César llegó a Roma en octubre de 45 a.C., hasta su asesinato a mediados de marzo de 44 a.C.
Julio César fue concentrando en su persona los más altos rangos y poderes militares de la república romana. Controlaba el Senado, el tesoro y el ejército. Era adorado por la plebe urbana a la que ofrecía banquetes y juegos espectaculares, incluyendo los combates de gladiadores. No dejaba de proclamar que él no era “rey”, un título odiado por los romanos que los remitía a la época etrusca. Pero todo el poder estaba en sus manos.
Para la primavera del año 44 a.C. César estaba planeando una nueva campaña hacia el este, hacia el reino de los partos. Strauss, basado en las fuentes antiguas, escribe que mientras los romanos pensaban en la ciudad, César pensaba en un imperio.
Es relevante que Strauss destaque que la visión política que tenía César era incompatible con el de la Roma Republicana. “Either Caesar or the Republic could survive, but not both”. (p. 30). El Senado quería recuperar su poder. César consideraba que el Senado era un obstáculo para que Roma se convirtiera en un imperio. Y los senadores decían haber perdido la fe en él porque quería ser rey.
Barry Strauss cita al historiador romano Tito Livio (59 a.C. – 17 d.C.), muy joven en los idus de marzo. Tito Livio escribió una de las grandes historias de la antigua Roma. Según él, tres incidentes incidieron de forma negativa en la opinión de los romanos: César no se levantó de su asiento, como dictaba la etiqueta, cuando senadores pretores, oficiales y una muchedumbre, le fueron a comunicar que en el Senado se había votado por otorgar el honor de dictador (fines de 45 o principios de 44 a.C.). En 44 a.C. se sucedió un incidente cuando dos tribunos del pueblo Gaius Epidius Marullus y Lucius Caesetius Flavusy encontraron una diadema en la cabeza de una estatua de César. En la antigua Grecia, la diadema simbolizaba una corona. “Soy Cesar, no Rex” exclamó César, y acusó a los tribunos de conspirar contra él. El 15 de febrero de 44 a.C, durante el festival de Lupercalia, Marco Antonio le colocó una diadema en la cabeza, César se la quitó y Marco Antonio volvió a colocársela.
Strauss escribe al respecto que el odio es uno de los grandes peligros, especialmente el odio del pueblo. El odio provoca conspiraciones y el odio del pueblo las hace viables. En tres meses César le había faltado el respeto al Senado, había agredido a los tribunos de la plebe y había coqueteado con la monarquía. Para febrero había nacido o ya estaba activa la conspiración que lo tiraría.
Fuentes. Las principales fuentes consultadas por Strauss son: Cicerón, contemporáneo de Julio César y testigo directo. Nicolás de Damasco (Siria, siglo I d.C.). Plutarco (siglo I d.C.), natural de Grecia: en sus Vidas Paralelas narra la conspiración y asesinato en tres de sus biografías: la de César, la de Brutus y la de Antonio (para Strauss Plutarco fue la fuente principal de Shakespeare). Suetonio (siglo I d.C.): Los doce Césares. Apiano, Alejandría, Egipto. (c95-c165 d. C.): Historia Romana. Lucio Casio Dio, conocido como Dion Casio (Nicea, Anatolia, cónsul y senador hacia el 200): Historia romana, escrita en griego.
La conspiración. Ninguna fuente que se consulte es imparcial. En este caso, los partidarios de los emperadores romanos no tenían interés en criticar a los conspiradores, mientras para los opositores eran un modelo a seguir.
Los relatos coinciden en el hecho de la conspiración y el crimen. Difieren en detalles importantes. Hay que ejercitar la imaginación, el ingenio y la cautela, sopesar las pruebas y analizar cada punto. “So armed”, Strauss presenta a quienes tenían motivos para asesinar a Cesar.
Para Strauss, a mediados de marzo de 44 a.C, César había asustado a gran parte de la opinión pública romana haciéndoles creer que quería reemplazar la República por una dictadura perpetua, y posiblemente por una realeza, en la que tanto el Senado como el pueblo estarían subordinados a él.
Los conspiradores, eran optimates y populistas, decían luchar por la República, pero no solo por la idea, sino por el poder que conllevaba. La política en Roma era la vía para el honor, el dinero y el poder. Y César amenazaba todo esto.
Para Straus la conspiración para asesinar a Cesar empezó cuando Gaius Cassius Longinus visitó a su cuñado Marcus Brutus en el mes de febrero del año 44 a. C., “o así lo dicen las fuentes mejor conocidas”. Shakespeare habla de Brutus y Casio. Otras fuentes hablan de Décimo.
CASIO (Gaius Cassius Longinus), ca. 86–42 a. C. “Perhaps the man who hatched the conspiracy” (p. 112). Militar, partidario de Pompeyo y cuñado de Brutus. En el 44 a. C. tenía cincuenta y uno años. Había sido general de Pompeyo. César lo aceptó cuando cambió de bando. Era ambicioso, deseaba los grandes puestos, y se sabe de desencuentros con César como cuando éste le otorgó a Brutus la pretoría que Casio ambicionaba. Y cuando le confiscó los “leones de Megara” que Casio había encargado para un espectáculo. Era hábil conspirador, pero se necesitaba a alguien con autoridad, alguien a quien otros seguirían
Brutus era el hombre indispensable para el complot contra Julio César.
BRUTUS (Marcus Junius Brutus), ca. 85–42 a. C. Por su gran elocuencia y su reputación ética, lo hacen el más famoso de los asesinos de la Historia. También era vengativo y ambicioso. “He wanted to kill Caesar without launching a revolution or disturbing the peace—an impossible ambition”. (p. 112) En el 44 a. C. tenía cuarenta años. Brutus fue uno de los mejores hombres de César. No era general, era un civil que seguía las normas legales de la república y la libertad. César había hecho a Brutus gobernador, pretor urbano y cónsul.
Como su primo lejano Décimo, Brutus decía descender de Lucius Junius Brutus, quien en el año de 509 a.C., expulsó al último rey de Roma y fundó la República. Había el rumor de que podría ser hijo ilegítimo de César dado que éste había sido amante de Servilia, la madre de Brutus; seguramente falso pues César tenía quince años cuando nació Brutus. César había promovido a Brutus, pero no lo hizo su heredero.
Para Strauss su personalidad ha sido malentendida, en buena parte por Shakespeare. Las fuentes antiguas lo presentan como un hombre valiente, de espíritu público, calculador e ingrato. Shakespeare lo presenta como el modelo de la ética, que sufre por matar al amigo que ama. El Brutus de Plutarco se preocupa por los riesgos de matar a César, pero no por la parte moral.
Lo que hizo a Brutus un adversario digno es que, como César, era polifacético e icónico, con una mente filosófica, tenía linaje, coraje, principios, amor por la libertad, pero también era un oportunista y un extorsionador.
Empezaron a aparecer mensajes para alentar a Brutus, entre ellos grafitis en lugares públicos con la leyenda de “Brutus, despierta”. Casio convenció a Brutus de unirse con él contra César. De liderear la conspiración. Porcia, su esposa, parece que compartía el secreto de la conspiración. Para Strauss Brutus traicionó a un hombre mayor que confiaba en él, así como antes había traicionado a Pompeyo y a Cato.
DÉCIMO (Decimus Junius Brutus Albinus), ca. 81–43 a.C. Tercer líder de la conspiración contra César. Luchó con César en las Galias y luego se alzó contra él. En el 44 a. C. tenía treinta y siete años.
En la versión de Plutarco, Brutus y Casio reclutaron a Décimo. La verdad podría ser que Décimo era quien los alentaba. “If Brutus was the heart of the conspiracy and Cassius the head, Decimus was the eyes and the ears. He was an insider”. (pp. 81-82).
Décimo era, tal vez, el amigo más cercano de César. Tenía la mejor información sobre los pensamientos, planes y actividades de César, era su confidente. Era ambicioso, competitivo, orgulloso y violento. Le importaba mucho su dignitas[7]. Nicolás de Damasco y Suetonio lo colocan como uno de los líderes. Shakespeare casi no habla de él porque se basó en las traducciones al inglés de Plutarco y de Apiano.
El linaje de Décimo era impecable; sobresalió como comandante en las guerras en las Galias y en la Guerra civil. Controlaba una banda de gladiadores que protegerían a los conspiradores. Tal vez sintió que su lealtad estaba primero con la República. Se conservan trece cartas de Cicerón a Décimo y en cinco de ellas hay referencias a la libertad, la tiranía, el asesinato de César y la República.
Brutus, Casio y Décimo decidieron con rapidez y cautela cómo, dónde y cuándo asesinar a César.
Cerca de ochenta años después, Séneca escribió que en el complot participaron más amigos que enemigos de César. Según Nicolás de Damasco, participaron civiles, oficiales y soldados allegados a él, tal vez porque sentían que César no les había otorgado lo que se merecían. Además, tenía enemigos entre los políticos a los que se enfrentó en la Guerra civil. “The policy earned gratitude and stirred anger”. (p. 88)
Strauss mención a otros conspiradores y su relación con César: Titus Labienus. Gaois Trebonius, Publius y Caius Casca, Servius Sulpicius Galba, Manucios Bailus, Lucius Tillius Cimber.
Sobreviven los nombres de veinte conspiradores. No existe una lista, sino que la información se va sacando de las varias fuentes. Algunas fuentes hablan de más de ochenta, para Strauss sesenta sería un número plausible, entre ellos los partidarios de Pompeyo salvados o perdonados por César y da los nombres de Quintus Ligarius, Pontius Aquila.
Se ha sugerido que Cicerón fue el espíritu que guio la conspiración.
CICERÓN (Marcus Tullius Cicero), 106–42 a. C. “The greatest orator and political theorist of the age, he supported Pompey in the Civil War but remained on good terms with Caesar. He then supported the assassins, moved heaven and earth to fight Antony, gambled on an alliance with Octavian, and lost. He was executed in 42 B.C. Age in 44 B.C.—sixty-two”. “If the Republic had a voice in 45 B.C., it was Cicero”. (p. 18).
Cicerón era el orador más poderoso de Roma en ese momento, no confiaba en Caesar, en privado lo llamaba “rey” y lo menospreciaba. En público lo elogiaba. “Caesar was one of Rome’s most powerful speakers and a charmer to boot. When Cicero wrote that Caesar “speaks Latin the most eloquently of nearly all the orators,” Caesar returned the compliment by calling Cicero “almost the pioneer and inventor of eloquence”. (p. 19)
Cicerón se lamentaba por la República, pero reconocía que podría no sobrevivir. Le escribió a un amigo que veía signos de que César estaba tratando de establecer algún sistema constitucional en Roma. Murmuraba que las palabras regna (singular, regnum) —monarquía— y rex —rey, eran palabras de abuso, de arbitrariedad, de tiranía, de esclavitud.
Un rey era enemigo del gobierno libre y constitucional.
MARCO ANTONIO (Marcus Antonius), ca. 83–30 a. C. Gran general y político poderoso. Su esposa se llamaba Fulvia y fue amante de Cleopatra. Al final fue derrotado por Octaviano. En el 44 a. C. tenía treinta y nueve años.
El papel de Marco Antonio es interesante. Probó ser el enemigo mortal de los conspiradores. Era hábil político, orador y comandante. Tal vez confiaba en ser el reemplazo de César.
El plan. Los conspiradores habían decidido atacar a César antes de que partiera con su ejército a su campaña contra el reino de los partos que estaba planeada para el inicio de la primavera en marzo.
Los conspiradores tuvieron reuniones secretas en las que cada uno manifestaba sus rencores, se discutía el papel de Marco Antonio y de otros, y se analizaban los posibles lugares donde cometer el crimen. Brutus era el líder, creía que el Senado y el pueblo les agradecerían haber asesinado al tirano, asegurarían que todo se mantuviera igual y que la República se salvaría.
César sospechaba de Brutus y de Casio pero no tomaba en serio el riesgo que corría. En el pasado había sufrido atentados y conocía otras conspiraciones en su contra. Sabía que sin Brutus Casio no podía hacer nada.
“I am not much in fear of these fat, long-haired fellows”—Antony and Dolabella—“but rather of those pale, thin ones,” meaning Brutus and Cassius. He meant that Antony and Dolabella were slow, lusty, and affected, while Brutus and Cassius were intellectuals, and so they were dangerous”. (p. 102)
César pensaba que su muerte provocaría otra guerra civil, confiaba en su coraje, en los juramentos de sus oficiales y menospreciaba los rumores. Al regresar a Roma César había despedido a sus guardaespaldas españoles. En público era escoltado por veinticuatro lictores, que portaban varas y un hacha para abrirle el paso a través de las muchedumbres. Siempre iba acompañado de amigos.
Los conspiradores decidieron que el mejor lugar para atacar a César sería en la sede Senado, al cual solo los senadores podían ingresar y donde César no tendría “amigos” para defenderlo.
El idus de marzo de 44 a.C. Calpurnia y César despertaron al amanecer. Calpurnia estaba temerosa de sus sueños y le rogó que no asistiera al Senado. Además César había sufrido de “vértigo” durante la noche.
Los rumores de la conspiración para asesinar a César se habían extendido, Los presagios desfavorables aumentaban: comportamiento extraño de aves, luces en el cielo, armas inexplicablemente dañadas, hombres que atrapaban el fuego, los caballos que habían cruzado el Rubicón con César y que estaban dedicados a los dioses, dejaron de comer y derramaban lágrimas.
Un mes antes el adivino Espurina había predicho que César enfrentaría un gran peligro según auguraban los presagios funestos mostrados en los órganos internos de animales sacrificados, en la presencia de rayos, en el toro sin corazón que había sacrificado César durante las Lupercalia del 15 de febrero. El adivino conocía los rumores de la conspiración y los planes de César de marchar contra los partos, por lo que es probable que en esos días le advirtió que en un periodo de treinta días su vida estaría en peligro. (Sobre este incidente Shakespeare acuño su famosa frase “beware of the Ides of March”). (p. 109).
César salió a visitar a Calvinus, y se encontró con Espurina. “There now took place the famous exchange between the dictator and the soothsayer. “The Ides of March have come,” said Caesar. “Aye, they have come but not gone,” replied the soothsayer in one of history’s memorable comebacks”. (p. 110).
Probablemente César no hubiera ido a la sesión de Senado si no hubiera sido por la intervención de Décimo, quien enviado por los conspiradoes, llegó a verlo a la Mansión pública que habitaba. Mientras “a lot was already going on in the city” (p. 111)
Era la semana anterior a que entrara la primavera, la estación dedicada a Venus, diosa patrona de César. Los ides de cada mes estaban consagrados a Júpiter; los ides de marzo eran especiales porque era el festival anual de Ana Perenna que se realizaban al norte de Roma, lejos del Foro y era el lugar en donde se congregó esa mañana la clase trabajadora de Roma que apoyaba a César.
Desde el amanecer los conspiradores se habían estado reuniendo en casa de Casio y en otras casas.
En el Foro se iba a realizar la ceremonia en la que a los jóvenes se les otorgaba por primera vez la toga virilis[8].
Los senadores vestían una túnica que anudaban en la cintura y encima la toga. Los senadores estaban autorizados a usar dos tiras de color rojo-púrpura en sus togas cuyos pliegues se recogían o sujetaban en el hombro izquierdo. Los conspiradores se colocaron una daga debajo del cinturón y de la toga.Después de la ceremonia en el Foro los conspiradores se encaminaron al Senado portando sus dagas bajo sus togas. Como César había convocado la sesión, se esperaba que no tendría guardia y no sospecharía.
Se decía que Lucius Cota, primo de César, iba a dar un anuncio importante. Lucius Cota era uno de los sacerdotes responsables de los Libros Sibilinos; en ellos se decía que sólo un “rey” podría derrotar a los partos, por lo que se iba a proponer que César fuera declarado rey. Que el título solo se aplicaría fuera de Roma y que en Roma seguiría siendo dictador. Cicerón afirmó que ese rumor era falso, que el propósito era que Marco Antonio desistiera de su oposición de nombrar a Dolabela como cónsul en ausencia de César. “The question is: did the conspirators believe the rumor, and if so, did it give them a nudge? (p. 113)
Curia Pompeia. El Senado romano tenía varias sedes para sus reuniones, todos ellos espacios consagrados. La reunión del Senado del idus del 15 de marzo de 44 a.C. se celebró en la Curia Pompeya. “The irony of attacking Caesar in a building dedicated to his enemy Pompey was clear. “It seemed as if some god was leading the man to the justice of Pompey,” writes Plutarch”. “Murder for Pompey” was the slogan of a faction, not of men who put country above party”. (p. 114). Como la Curia Pompeya era un lugar consagrado, los conspiradores, no solo fueron asesinos, sino también violadores del templo.
Fue simbólico que el asesinato ocurriera en la Curia Pompeya. En el siglo VIII a.C., durante el periodo de la Monarquía, los senadores habían asesinado al legendario rey Rómulo cuando se convirtió en un tirano. Según Plutarco la historia contaba que Rómulo fue asesinado en una reunión del Senado en un templo. Según Apiano, los conspiradores del 44 a. C. creían que la historia del legendario Rómulo repercutiría favorablemente en la población si César era asesinado en una reunión del Senado.
La Curia Pompeya favorecía la seguridad de los conspiradores porque de ser necesario podrían cerrar el acceso al recinto. Además, se había planeado que el asesinato ocurriera a la vista de todo el Senado, para que no pareciera una conspiración sino un acto en nombre de la nación, con lo que los conspiradores pensaban mantendrían su honor.
El complejo de edificios inaugurados por Pompeyo[9] hacia el año 55 a.C., comprendía un teatro en uno de los extremos y la Curia del Senado en el otro extremo; en medio una columnata y un parque. Los gladiadores estaban colocados en la columnata del complejo, preparándose para una lucha.
Los gladiadores. Strauss habla sobre la importancia de las competencias de los gladiadores, y como éstos al mismo tiempo que proporcionaban entretenimiento a las masas, servían como fuerzas privadas de seguridad armados con sus armas blancas de combate cuerpo a cuerpo, la “…rhomphaia was a big, double-edged iron” (p. 117). Los soldados romanos, aun los veteranos, se rehusaban a atacar a gladiadores. César también era uno de los grandes empresarios romanos de gladiadores.
Si bien ningún grupo de gladiadores hubiera podido proteger a los conspiradores de los miles de veteranos de César, ese día había un grupo grande de gladiadores cerca de la Curia Pompeya. El grupo de la familia Gladiatoria Bruti Albini, la gens de Decimus Brutus Albinus.
La ciudad de Roma. Dice Strauss que lo lectores de Shakespeare podrían tener la impresión de que Roma era una ciudad civilizada. “Nothing could be further from the truth. Outside the Sacred Boundary or pomerium, the ancient heart of Rome, the city was bristling with soldiers, both active-duty and demobilized”. (p. 118). El campamento de las tropas de Lépido, fiel a César, estaba en la isla del Tíber (Lépido y sus tropas, marcharían en los próximos días para asumir la gubernatura de las provincias romanas de Galia y Hispania). Además, habían llegado a Roma cerca de quince mil veteranos licenciados, muchos propietarios de tierras, para escoltar a César a la región parta (persa, hoy Irán).
La sesión del Senado del 15 de marzo estaba programada a la tercera hora (entre nuestras ocho o nueve de la mañana). César estaba demorado. Los pretores empezaron a tratar los asuntos desde el Pórtico de Pompeyo. Plutarco escribió que sorprendía la calma y compostura de Brutus y Casio, quienes habían pasado largas noches de insomnio preparando la conspiración. La tensión y los nervios aumentaban ante la tardanza de César. Se conocen algunas anécdotas sucedidas en el Pórtico de Pompeyo: un hombre espetó al hermano mayor de Casca por mantener un secreto que Brutus le había revelado a él. Un augur y senador llamado Popilius Laenas llamó a Brutus y a Casio aparte para que oraran por su triunfo y los urgió a que se apuraran. Brutus recibió la notica de la muerte de su esposa Porcia, que resultó un rumor, solo se había desmayado por ansiedad. Otros rumores decían que César no asistiría a pesar de que Décimo había sido enviado a casa de César para convencerlo de que asistiera.
Décimo. “But with each day the risk increased that the plot would be discovered. It all came down to Decimus. And so, he came to Caesar’s home”. Décimo había peleado junto a César y había recibido honores de él, pero, según Strauss, posiblemente se sentía poco apreciado y creía que César amenazaba la República en la que Décimo creía. Posteriormente se consideró que su comportamiento había sido vil. ¿Cómo pudo hacerlo Décimo?
Décimo no hubiera llegado a la casa de César con la misión de convencerlo de asistir a la sesión; sí César le hubiera hecho caso a los sueños de Calpurnia; si le hubiera hecho caso a los presagios de los adivinos; si no hubiera escuchado a Décimo; si tal vez Décimo no le hubiera ofrecido su voto para ser rey fuera de Roma; si Décimo no le hubiera hablado a César como un soldado le habla a otro soldado, pues habían sido camaradas en muchas campañas. “Decimus is supposed to have said. “Will someone of your stature pay attention to the dreams of a woman and the omens of foolish men?”
“In a seeming gesture of friendship, Decimus led Caesar out by the hand. To trick Julius Caesar was no mean feat, even if Caesar was in fact suffering from impaired judgment after a seizure. Decimus was a liar, a flimflam man, a brazen and audacious snake. In short he was much like Caesar. Julius Caesar, the ultimate captain of his own fate, put his life in the hands of another. No writer could resist the drama of Caesar’s decision”. (en este episodio Strauss cita como fuentes a Nicolás de Damasco, Plutarco, Apiano, Suetonio, Dio). Pero, concluye Strauss, “Caesar decided to go to the Senate meeting not because he thought it was safe, one suspects, but because he thought it was dangerous. It was almost at the end of the fifth hour—that is, shortly before eleven o’clock—when Caesar went forth”. (pp. 121-123)
En el camino al Senado. César fue llevado por las calles deRoma en una litera cargada por esclavos. Lo acompañaban veinticuatro lictores, oficiales públicos, y se les fue sumando una larga muchedumbre de ciudadanos, extranjeros, hombres libres y esclavos. También adivinos. César iba recibiendo pequeños rollos de papiro con peticiones o cartas que les pasaba a sus ayudantes. Debieron llegar unos cuarenta y cinco minutos después a la Curia Pompeya, tal vez alrededor de nuestras 11:30 de la mañana.
Según las fuentes, César tuvo tiempo de descubrir la conspiración. Al llegar al Senado un hombre llamado Artemidorus de Cnido le dio un rollo en el que le advertía de la conspiración.
En el pórtico de la Curia Pompeya se le acercó Popilius Laenas. Brutus y Casio vieron con preocupación que el hombre le decía algo al oído.
Antes de entrar al recinto César tuvo que esperar a que los magistrados terminaran de realizar los sacrificios y que los adivinos proclamaran sus auspicios después de haber examinado las entrañas de los animales sacrificados. Nuevamente fueron desfavorables. Nicolás de Damasco describió la escena: “The soothsayers saw an avenging spirit in the omens; Caesar got angry and turned to face west, which was an even worse omen since the west symbolized sunset and death”. Los amigos de César le piden a éste que se retire.
Strauss se pregunta ¿qué hizo que César no cambiara de opinión y entrara al recinto del Senado? Según Nicolás de Damasco, Décimo pronunció una frase que se haría famosa “make your own manly excellence an auspicious omen.” “haz de tu propia excelencia varonil, un presagio auspicioso”. Décimo despreció a los adivinos; lo tomó de la mano y lo condujo adentro. Para Strauss, si esta historia es cierta, Décimo es un personaje importante, el más despiadado e hipócrita. Strauss observa que dado ninguna otra fuente registra este hecho, podría ser inventado. Otras fuentes insisten en la actitud arrogante de César.
Los “capsari”, esclavos que llevaban los “capsae”, esto es los contenedores que contenían los pergaminos que servían como los libros de Roma, ya habían entrado al recinto. También ya habían entrado los demás senadores. “There was nothing left except for Caesar to go in. It was around noon”. (p. 126)
El asesinato. “BEFORE CAESAR ENTERED THE SENATE House around noon on the Ides of March, he laughed. He thereby dismissed the soothsayers and their bad omens. So Appian says. It’s a gesture worthy of a poet, and as good historians we must be highly skeptical and yet, Caesar wrote his own rules. It might even be true”. (p. 127).
Strauss escribe que sólo se puede suponer lo que sucedió en el recinto de la Curia Pompeya, de la cual sobreviven dos o tres de sus paredes originales y algunas decoraciones en mármol. Se entraba por su pórtico desde el jardín. Su interior estaba cubierto de mármol y decorado con columnas.
Cuando César entró a la sede del Senado pudo haber visto la pintura de un guerrero con un escudo redondo. Si hubiera volteado antes de entrar, hubiera visto las puntas de los árboles y luego el Templo de Pompeyo dedicado a Venus.
La idea de que César fue asesinado dentro de un gran espacio se debe a la pintura del pintor neoclásico Jean-Léon Gérôme “La muerte de César” (1867). El reglamento senatorial de procedimientos dictaba la composición del espacio. Los senadores votaban por división, es decir, cruzaban el pasillo central para caminar hacia el costado de la sala donde estaba sentado el senador que había presentado la moción. Por esta razón, los asientos estaban dispuestos a lo largo de dos de los lados del edificio, con un pasillo central ancho. En el extremo opuesto a la entrada se ubicaba la tribuna, una plataforma baja y elevada para el oficial que presidía, generalmente el cónsul, pero en el caso de César, era el dictador. En la Curia del Senado de Pompeyo posiblemente la estatua de Pompeyo estaba sobre esta tribuna. No se tienen detalles.
Probablemente había espacio para unos trescientos senadores. Se requería un quórum para ciertos asuntos, como la consulta con los sacerdotes que estaba en la agenda de la sesión del 15 de marzo de 44 a. C. César había aumentado el número de senadores de 600 a 900; tal vez el quórum de ese día fue de unos 200. Además, estaban presentes los diez tribunos de pueblo, una docena de secretarios, esclavos y ayudantes. Marco Antonio no estaba presente. Los conspiradores estaban preocupados de que Marco Antonio saliera en defensa de César y de que hubiera llevado a sus partidarios. Había que dejarlo fuera, para lo cual asignaron a Trebonio, compañero de armas de Marco Antonio, el papel de mantenerlo fuera del Senado
Los senadores se levantaron de sus asientos cuando César entró al recinto. “The dictator looked splendid. Caesar was wearing the special toga of a triumphant general, dyed a reddish purple and embroidered with gold. The Senate had given him the right to wear it and he put it on for formal occasions”.
Otros senadores faltantes eran Favonio, Dolabela, Cinna y Cicerón. El orador planeaba atacar a Antonio por tratar de negarle a Dolabela su consulado.
César tomó asiento en su silla dorada en la tribuna. Los conspiradores estaban armados y preparados.
Las armas. En la “Muerte de César” de Gérôme citada por Strauss, los asesinos aparecen caminando por la sala del Senado y agitando sus triunfantes espadas, pero, aclara Strauss, los asesinos usaron dagas, no espadas. Strauss diferencia las espadas de las dagas según su uso. Los soldados usaban espadas, “gladius”, en latín “espada”.
Las dagas eran parte del equipo de los legionarios[10]; en la literatura y el arte, las dagas son menos heroicas que las espadas. Las dagas son más pequeñas, con cuchillas, hojas de hierro con doble filo; estaban diseñadas para apuñalar un torso humano. La cuchilla se sujetaba con mangos de madera o de bronce con un pomo. Una moneda que Brutus mandó acuñar posteriormente muestra dos dagas usadas en los idus de marzo. No son idénticas. Se interpreta que la primera daga, la izquierda, perteneció a Brutus y la otra a Casio.
El “ataque” es descrito con detalle por Strauss.
Las principales fuentes antiguas coinciden en que el ataque a César no fue ni casual, ni improvisado, aunque difieren en los detalles. Supuso una cuidadosa planeación, debía de ser tan repentino que no diera tiempo a sus seguidores de defenderlo, dado que había varios de sus centuriones entre los nuevos senadores.
Antes de que César tomara asiento, algunos de los conspiradores se habían colocado detrás de su silla en tanto otros se habían dispuesto alrededor, como si fueran a rendirle sus respetos. No hubiera sido posible que sesenta hombres se acercasen, ni había lugar para sesenta hombres en la tribuna. César no sospechaba. “Cassius was there from the start and supposedly glanced at the statue of Pompey as if to draw support from his old friend and enemy of Caesar”. (p. 132)
Después de que César se sentó, Tillius Cimber se aproximó para pedirle que perdonara a su hermano que estaba exiliado. Cimber jaló la toga del hombro de César, éste se enojó. Según Suetonio, César exclamó “Por qué esta violencia”. Los presagios habían sido ciertos y él había estado errado. Pero ya era muy tarde. Al jalar la toga, se había dado la señal de atacar.
Publius Servilus Casca, senador amigo de César, tuvo el honor de haber dado la primera puñalada; era un hombre experimentado en el uso de la daga, que requería fuerza física, cierta brutalidad para poder atravesar la carne de un hombre, y gran audacia. Casca tenía que apuñalar a sangre fría frente a varios cientos de testigos, sabiendo que podía haber represalias.
Nicolás de Damasco, Plutarco y Apiano dicen que Casca tenía una espada, pero tal vez porque la palabra griega kiphos, connota tanto daga o espada. Casca atacó desde arriba para herir el cuello que hubiera sido fatal, pero falló. Hirió a César en el pecho.
Cuatro o cinco de las fuentes dicen que César trató de defenderse. Dido dice que había demasiados atacantes para que César pudiera defenderse. Plutarco dice que César logró tomar la daga de Casca. Apiano dice que César trató de aventarlo con gran violencia. Suetonio dice que Cesar agarró el brazo de Casca que lo estaba apuñalando con un punzón o estilete, que trató de levantarse, pero que no pudo ante el siguiente ataque.
Apiano dice que César gritó asesinos. Plutarco dice que César gritó en latín “Impious Casca”, “qué haces”. Podría ser porque César consideraba que Casca era su amigo. Suetonio dice que César emitió un gemido y Dion que fue incapaz de decir nada. Para Strauss, un guerrero como César, probablemente debió de gritar en su defensa. Plutarco y Nicolás de Damasco dicen que Casca le gritó fuerte en griego a su hermano Gaius quien obedeció a su hermano y perpetró el segundo ataque, hiriendo al dictador en las costillas.
Hubo una pausa mientras los otros asesinos sacaban sus dagas. Para Strauss, los asesinos pensaban que al atacar a César se estaban cubriendo de gloria, creían que estaban esgrimiendo su deber para defender la República, que lo hacían por convicción, sin interés personal, sin odio, sin envidia, pero, Strauss sentencia: “and they did out of honor” (p. 135).
El que los conspiradores hubieran rodeado a César, quien estaba sentado, y que formaranun círculo ante él, indica que el ataque fue cuidadosamente planeado. Las puñaladas fueron rápidas y furiosas. La descripción que hace Plutarco sobre que César reaccionó como una bestia, parece una exageración. César cayó de su silla.
Según Strauss el ataque casi parecería coreografiado, o ritual. Dos fuentes antiguas usan la palabra sacrificio para describir el ataque.
Ninguna de las fuentes nombra a todos los atacantes. Nicolás de Damasco menciona a Casca; a Casio quien le provocó un golpe en la cara; a Décimo quien lo hirió debajo de las costillas; a Minucius Basilus quien falló al atacar. Nicolás de Damasco menciona que Casio intentó dar un segundo golpe, pero hirió la mano de Brutus. Apiano coincide en que Casio golpeó el rostro de César, y dice que Brutus lo apuñaló en el muso y Bucolianus en la espalda. Plutarco dice que Brutus atacó a César en la ingle “—a site that sounds a little too Good to be true for Caesar’s alleged love child”. (p. 135)
Ah, Brutus, the famous center of Shakespeare’s description of the assassination! Caesar’s cry of “Et tu, Brute?” or “You too, Brutus?” is not in the ancient sources”. (p. 136). Sobre esta exclamación Strauss dice que es una invención del Renacimiento. Suetonio y Dion reportan que cuando Brutus se adelantó, o aún menos creíble, después de que Brutus lo atacó violentamente, César dijo en griego “kai su, teknon”, “tú también niño”. Ambos autores dudan de que César hubiera dicho esto, si bien la exclamación ha suscitado un largo debate.
Strauss presenta varias posibilidades de interpretación sobre la frase: que César, moribundo, haya reconocido a Brutus como su hijo y lo insultara por ser un hombre que mató a su propio padre; o que César estuviera maldiciendo a Brutus ya que “lo mismo para ti» es una frase de maldición común en las antiguas tablillas. O que César hubiera sido interrumpido a mitad de una frase y que, si hubiera continuado, podría haber dicho algo como: «Tú también, niño, algún día probarás un poder como el mío«.
“A great man’s last words make for an ever fascinating theme. «You too child» is a classic contribution to the corpus. In all likelihood though, Caesar said nothing of the kind. The story was probably invented later, when a debate rage over Brutus’s role that day. It is easier to imagine Caesar’s last words as an indignant cry against the villainy of Casca…» (p. 136).
También hay diferentes versiones sobre sí y en qué momento, César se cubrió su cabeza con su toga o sí trató de cubrir sus piernas por decencia.
Nunca sabremos cómo César respondió a Brutus ese día. Décimo era más cercano a él y tal vez a César le dolió más su traición que la de Brutus. Recordar que la relación entre Brutus y César podía ser especial por Servilia con quien César tenía cierta relación.
Seguramente César murió a los pocos minutos. Si todos se ciñeron a lo previsto, si ninguno dudó y actuaron con eficiencia, probablemente cada uno de los veinte o más asesinos tuvieron la oportunidad de apuñalarlo antes de que César muriera. Los atacantes pudieron estar confusos y sobreexcitados y en la confusión en vez de atacar a César se hirieron unos a otros. Brutus, por ejemplo, fue herido en la mano.
La túnica y la toga de César debió estar bañada de su sangre, al igual que las dagas de los asesinos.
César recibió veintitrés heridas, según por lo menos ocho de las fuentes antiguas. Se conoce el nombre de veinte conspiradores; uno de ellos, probablemente Trebonio, no apuñaló a César por encontrarse en el exterior del recinto. Esto deja cuatro atacantes más, o que alguno de ellos hubiera dado más de una puñalada. ¿Y los otros treinta y seis de los sesenta conspiradores que algunas fuentes citan? Quizás algunos eran caballeros romanos y por lo tanto no eran elegibles para asistir a una reunión del Senado; tal vez eran senadores que permanecieron en sus casas ese día, tal vez por cobardes. “But most were probably there on the Ides and yet did not stab Caesar” (p. 137)
Strauss escribe sobre los datos diferentes y más exagerados de Nicolás de Damasco, tal vez porque fue protegido del emperador Augusto.
Habían asignado a algunos de los conspiradores como defensa en caso de una contra defensa de senadores que hubiera sido mayor que la de los conspiradores. No fue necesario. Los asesinos se movieron tan rápido que los observadores quedaron inmovilizados ante el ataque. César tenía muchos amigos en el recinto y afuera esperaban sus guardaespaldas. La puerta se mantenía abierta durante las sesiones.
“It’s a little known fact but there were two rescuers in the Senate House that day”. Es poco conocido el hecho de que hubo dos rescatistas ese día en el Senado. (p. 138) En tanto los senadores estaban horrorizados, los senadores Lucius Marcius Censorinus y Gaius Calvisius Sabinus se enfrentaron a los conspiradores, pero tuvieron que huir ante el número de oponentes. Este es otro indicio de la cuidadosa planificación de la conspiración.
Antistius, el médico que examinó el cuerpo de César, concluyó que de las veintitrés heridas, solo una había sido fatal. La segunda herida del pecho. Si se asume que fue la que infligió Gaius Casca a las costillas de César, se podría decir que ese fue el asesino. No hay certeza de que Antistius estuviera en lo correcto.
El funeral. “Julius Caesar lay dead, but the Republic he had left behind, still seethed in agony. Julius Caesar was dead but not buried. (p. 142)
Los conspiradores habían triunfado, el Senado debería de retomar el control de la República. Los días siguientes se vivió en Roma un gran alboroto. Los conspiradores debían negociar con la gente de César, buscar el apoyo de la plebe, neutralizar a sus soldados. Lépidus había hecho traer a sus tropas y empezaron a llegar a Roma los veteranos de César. El pueblo que había estado dividido por los discursos de los conspiradores, sucumbió ante la eulogía de Julio César que Marco Antonio pronunció durante el funeral de estado de Julio César.
En su testamento firmado el 15 de septiembre del año anterior, Julio César heredaba a su sobrino nieto Octaviano las tres partes de su fortuna privada (Según Plutarco, la fortuna de César era de 4,000 talentos, algo así como 250,000 libras de plata). El resto se repartiría entre los primos de Octaviano, Pedius y Pinarius. Además, lo adoptaba y le daba su nombre, “César”.
Julio César había otorgado un honor adicional a Décimo, lo nombró heredero en segundo grado, en caso de que el primer heredero estuviera incapacitado para recibir la herencia. Marco Antonio recibió un honor similar. Legó a cada ciudadano de Roma trescientos sestercios (del latín sestertius, semistertius, antigua moneda romana de plata, cuyo valor equivalía a un cuarto de denario, a la centésima parte de un áureo, y a dos ases y medio) esto es, el equivalente a 75 denarios. Donaba sus jardines del Tíber para que se convirtiera en un parque público.
El testamento de César fue leído, probablemente, en público. Su generosidad se convirtió en presión contra los hombres que lo asesinaron, especialmente contra Décimo, su estatus de asesino a heredero fue escandaloso. Décimo se convirtió en el hombre más odiado en Roma. Otros hombres habían traicionado a César, pero sólo César había cenado con él la noche anterior a su muerte. Solo Décimo protegió a los asesinos con gladiadores. Y para colmo, César lo había mencionado en su testamento. Strauss presenta un relato “épico” de la trayectoria de Décimo hasta que fue asesinado cuando cayó en una trampa en abril de 43 a. C., en Mutina, en el paso de Iura (montes Alpinos de Jura, frontera Suiza-Francia), por el ejército de Marco Antonio.
El funeral de César fue espectacular: combinó música, procesiones, coros, la eulogía, accesorios, la pira funeraria, y al final, disturbios. “The assassination of Caesar could no compared to Caesar’s funeral”. (p. 171) La procesión fúnebre posterior al asesinato que había sido cometido en un recinto cerrado ante varios cientos de miembros de la élite romana, fue seguido por miles de personas, por gladiadores y centinelas con dagas en la mano.
Se colocó la pira funeraria en un santuario dorado sobre una plataforma en el Campo de Marte. Los heraldos informaban al público. La toga ensangrentada ondeaba en lo alto del santuario. Marco Antonio habló. Ciceron, Apiano, Plutarco y Dido mencionan el discurso emocional de Marco Antonio. Suetonio sólo dice que Marco Antonio hizo leer a un heraldo sobre los decretos en los cuales se le otorgó a César los honores divinos y humanos. Apiano enfatiza el dramático discurso de Marco Antonio quien leyó la lista de honores otorgados a César por el Senado y el pueblo, su clemencia y el estatus de padre de la nación. Negó que fuera un tirano, lo llamó dios y dio cuenta de sus guerras, batallas, victorias, pueblos conquistados y botines de guerra enviados a Roma. Se arrodilló y se levantó, alzó sus manos al cielo, lloró y sollozó.
Lo más notable fue que Marco Antonio se comportó como el líder, y el pueblo como el coro. La audiencia cantaba al sonido de la flauta cuando Marco Antonio hacía pausas recitando las obras de César y su sufrimiento en el campo de batalla.
La multitud reaccionó, tomó el féretro, lo llevaron al Foro, levantaron una pira y lo cremaron. Se echaron ofrendas, vestimentas hechas girones, los veteranos echaron sus armas, las mujeres sus joyas. Al final hubo disturbios, tal vez organizado desde antes.
“Si Shakespere hubiera sabido” dice Strauss. El funeral de César fue más teatral que el funeral que Shakespeare recrea en su drama.
A la muerte de Julio César. “Caesar was a master commander, a deft politician, an elegant orator, and a lapidary literary stylist. His victories in the field, his championship of the common man, and the provinces, his wit, his verve, his charm, and this vision of reform all continue to excite admiration. His cold-blooded career of killing in Gaul still horrifies. His egotism seemingly knew no bounds.
Conqueror, creator, and dictator, Caesar was great, but at least in the las stages of his career, not wise. His job after civil war was to heal Rome. Instead, he took with one hand what he gave with the other…
He passed laws to help the masses, but he curbed elections and so weakened self-government…
… He made himself dictator for life and flaunted the trappings of monarchy. He took the queen of Egypt as his mistress and allegedly the mother of his son an installed her in his villa on the edge of town. He promoted his eighteen-year-old grandnephew over his forty-year-old lieutenants and hinted that he intended to build a dynasty.,,
After offending both masses and elite, Cesar refused to take a proper bodyguard because it was beneath the dignity of a man of destiny such as himself. He dare his enemies to strike so they did”. (p. 141-142)
César cayó ante la estatua de Pompeyo, su excompañero en la política, su exyerno, y su archienemigo. Su sangre escurrió desde su vestimenta hasta la base de su estatua. Poco después de su muerto, Cicerón escribió la ironía de todo esto:
“In that Senate, the greater part of which he had chosen, in Pompey’s Senate House, in front of the statue of Pompey himself, with so many of his centurions watching -that he was to lie there, slaughtered by the most noble of the citizen (some of whom he furnished with everything they had) and not only would none of this friends approach his body but not even any of this slaves”.
Con su muerte, Julio César cerró el círculo del primer triunvirato: Craso había sido torturado y asesinado por los persas en 53 a. C. Pompeyo murió en las playas de Alejandría en 48 a. C., después de haberse rendido a Julio César.
Marco Antonio, César Octaviano y Marco Emilio Lépido formaron el segundo triunvirato en el año de 43 a.C.
En cuanto a los conspiradores, Dolabella fue el primero de los asesinos en morir. Fue ejecutado por Trebonius a principios del año 43 a. C. Pontius Aquila fue el segundo, en abril en Mutina.
En octubre de 42 a.C. en las afueras de la ciudad de Philippi en Macedonia, los ejércitos del segundo triunvirato derrotaron a los ejércitos de Brutus, Casio,y otros conspiradores. Casio le pidió a uno de sus libertos que lo decapitara. Brutus sepultó a Casio en secreto y logró escapar y se suicidó. El poeta Horacio criticó a Brutus, describió la batalla como “cuando la virtud se quebró”, aludiendo a que Brutus era famoso por su virtud y se suicidó. Para Shakespeare “This was the noblest Roman of them all”.(p. 225)
Por casi tres años después del asesinato, “the Roman commonwalth unraveled and came together again, but in a new and garish pattern. Armies marched, soldiers mutinied, tax collectors squezzed, secret messages flew, aristocratic ladies plotted, assasins’s daggers flashed, orators thundered, the Senate debate and decreed, the people rallied, battle roared, an even the specter of Pompey rose again in the West -all in all, a story that could filled a third book of Commentaries had Caesar been alive to write it.
The world without Caesar was still a world about Caesar.
Octavian claimed Caesar’s heritage..”. (p. 187)[11]
OCTAVIANO. En cuanto supo del asesinato de Julio César, Atia, la madre de Octaviano, sobrina de César, envió a un mensajero a Apolonia (hoy Pojani, Albania) para comunicarle a su hijo que Julio César había sido asesinado. Octaviano tenía dieciocho años. Días después del asesinato y casi en secreto llegó al puerto de Brundisium donde las tropas lo acogieron para de ahí partir a Roma.
Julio César muerto siguió dominando durante los años posteriores a los ides de marzo ¿Dónde estabas en los idus de marzo? Era la pregunta no dicha. Marco Antonio y Octaviano, la lealtad a César, “pietas” en latín, era la carta que jugar. Los asesinos blandían sus dagas como trofeos. Se amaba o se odiaba a César.
Octaviano aceptó su adopción y empezó a llamarse a él mismo “César”.
El 27 de noviembre de 43 a. C. se promulgó la ley que legalizaba el triunvirato de Marco Antonio, Lepidus y Octaviano. Un aviso de la muerte de la República Romana. Muchos senadores tuvieron que huir o fueron declarados culpables. Se confiscaron bienes. Cicerón fue detenido tratando de escapar por la costa de Nápoles, murió con dignidad sin ofrecer resistencia el 7 de diciembre de 43 a. C.
Marco Antonio y Octaviano siguieron conquistando territorios. Dividieron el imperio romano entre ellos. Para Antonio el este, y para Octaviano el oeste.
En el verano de 29 a. C., después de quince años de guerra civil habían acabado con los enemigos. Octaviano regresó a Roma después de muchas victorias. Se convertiría en el dueño del mundo romano para lo cual reclamó la bendición de Roma.
En tres días sucesivos obtuvo tres triunfos: celebró las victorias en los Balcanes, su victoria naval en Actium, la conquista de Egipto (el último bastión griego) convertida en provincia romana. Si la victoria en Actium significó paz, la de Egipto significó riqueza (y tierras para sus soldados). Posteriormente dedicó el templo a Julius deificado seguido de juegos públicos espectaculares y banquetes. Strauss describe la fastuosidad del templo. Dice que los romanos conocieron a los hipopótamos y rinocerontes que habían llevado de Egipto.
La nueva religión tenía como días sagrados el día del nacimiento de César, el 12 de julio. Los ides de marzo fueron llamados “días parricidas”, días desfavorables, días en que no había tribunales y no se pasaba ninguna ley. La Curia Pompeya no se volvió a usar, en 42 a. C. y se tapió. Se construyeron baños en sus afuera.
Los romanos sólo habían glorificado al legendario Rómulo. El culto a César fue algo nuevo. Su nombre se convirtió en una categoría, los gobernantes empezaron a llamarse “césares”, emperadores. (“kaiser”, alemán; “tzar” en ruso).
En vez de dedicarle un día, se le dedicó un mes Julius, al patrón del imperio romano, al que se le dedicó templo-santuario en el foro Romano, en el sitio de su cremación, su santuario. El ides de marzo se convirtió en el día de su martirio. Con su sangre Julio César santificó al Imperio. César reinaba en el cielo, Octaviano en la tierra. Lo llamamos Octaviano pero él se llamaba a sí mismo César.
En el año 27 a. C., Octaviano aceptó del Senado el título de “Augustus”. Reinó por 41 años, hasta el año 14 d.C. Su reinado se ha llamado la era de Augusto. Las artes florecieron y la literatura latina alcanzó uno de sus máximo picos con poetas como Virgilio, Horacio, Ovidio, y el historiador Livio.
“What Caesar had hinted at, August carried out. Augustus created a dynasty. When he died, his adopted son Tiberius replaced him…” (p. 232)
En el año 69 fue reemplazada por otra dinastía. Y así siguió la historia por siglos, a través de guerras, revoluciones, invasiones y revelaciones, plagas y trastornos. Hubo emperador en Italia hasta el año de 476. En Constantinopla, en el Imperio romano de oriente o Imperio Bizantino, los emperadores duraron otro milenio, hasta el año de 1453.
“So mighty were the foundations of the system that Caesar and Augustus put into place” (p.233)
[1] Idus de marzo, en latín idus martii o Martius. Correspondían a los días 15 del mes Maritus (consagrado al dios Marte). Se denominaba idus al día 15 de ocho de los doce meses del calendario romano. Eran días de buenos augurios.
[2] La tradición histórica ha distinguido tres etapas en la historia de Roma: 1) Roma Antigua: Monarquía (etrusca), del siglo VIII a.C. al siglo VI a.C. 2) Roma Republicana, del siglo V a.C. al siglo I a.C. 3) Imperio romano, del siglo I d.C. al V para occidente, y hasta el siglo XV para oriente.
[3] De el 509 a. C. (derrocamiento de la monarquía. Tarquinio el Soberbio) hasta el 27 a. C. (proclamación del emperador Augusto)
[4] Toga blanca sin adornos. Su uso indicaba que ya eran ciudadanos y podían ejercer los cargos de la República.
[5] Locución latina que hace referencia a una victoria rápida y concluyente. Según Apiano, César la usó en la carta que envió al Senado en Roma, en el año 47 a.C., después de su rápida victoria en la batalla de Zela (hoy Zile, Turquía).
[6] DRAE
[7] Wikipedia: “La dignitas era un concepto social de la Antigua Roma. La palabra no tiene una traducción específica a nuestro idioma, si bien está relacionada con el prestigio y el honor. La palabra dignidad, deriva de ella, pero con un sentido algo distinto.
En la Antigua Roma la dignitas era un concepto que abarcaba la suma de la influencia y el prestigio personal de un ciudadano, que iba adquiriendo a lo largo de su vida. A la hora de valorar la dignitas de una persona concreta se tenían en cuenta valores como la reputación, los valores morales y el valor ético, así como su situación social y el respeto”. https://es.wikipedia.org/wiki/Dignitas (Consultado septiembre, 2024).
[8] Toga blanca sin adornos. Su uso indicaba que ya eran ciudadanos y podían ejercer los cargos de la República.
[9] Cneo Pompeyo Magno (106 – 48 a.C.). Líder militar y cónsul. Célebre por sus triunfos en África e Hispania. Junto con el también militar y político Marcus Licinius Craso (115 – 53 a.C.) y Julio César formó parte del Primer Triunvirato. La disolución provocó una guerra civil. Derrotado huyó a Egipto donde murió asesinado.
[10] Legionario: soldados que servían en las legiones.
[11] La comunidad romana se desintegró y volvió a unirse, pero con un patrón nuevo y llamativo. Los ejércitos marcharon, los soldados se amotinaron, los recaudadores de impuestos se apretujaron, los mensajes secretos volaron, las damas aristocráticas conspiraron, las dagas de los asesinos brillaron, los oradores tronaron, el Senado debatió y decretó, el pueblo se reunió, la batalla rugió, e incluso el espectro de Pompeyo se alzó de nuevo en Occidente; en definitiva, una historia que podría llenar un tercer libro de Comentarios si César hubiera estado vivo para escribirla.
El mundo sin César seguía siendo un mundo sobre César.
Octavio reivindicó la herencia de César… (p. 187)
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