Milo Malart
Milo Malart es un gran personaje. Es una alma atormentada y un policía problemático y obsesivo, en el borde de la legalidad y de la cordura. Trabaja en el GEME, el Grupo Especial de homicidios de Mossos de’Escuadra, la policía autonómica de la región española de Cataluña.
Milo Malart está en sus cuarenta y tiene una “pinta de no haber dormido en una semana”. Es alto, delgado, suele vestir vaqueros, camisetas arrugadas y botas duras deslustradas; es desaliñado, con barba de varios días y siempre despeinado. Es obsesivo y vive con la amenaza de la esquizofrenia que sufrieron su padre y su hermano. Estuvo casado con Irene, la hija de un rico empresario de Barcelona, y desde su separación vive en un ático prestado en el barrio de la Barceloneta con sus pocas pertenencias guardadas en cajas. Viaja en un viejo y abollado Volkswagen que si no está descompuesto, le falta gasolina. Porque Milo nunca trae dinero. Come casi siempre lo mismo, en la barra de cualquier barra del café que se la aparece en el camino, ensalada rusa, butifarra con judías, pan tomate, tortilla de papa o pescado frito. Bebe mucho café.
Le gusta nadar en la madrugada, en el mar. Vive atormentado porque el hijo de su hermano, su sobrino de quince años, se suicidó con su pistola oficial en su departamento.
Malart no descansa hasta que resolvía todas las dudas del caso en el que trabajaba, situación que enfurecía a sus superiores. Cuando tenía la certeza de la culpabilidad del sospechoso, lo interrogaba de forma atrevida, desafiante, despiadada, reconstruyendo los detalles del crimen. En la sala de interrogatorios de la comisaría, Malart lograba desactivar el presente para poder contemplar los datos desde dentro y cambiando los ángulos de visión.
Su pareja policial es la subinspectora Rebeca Mercader. Sus superiores son la jueza Susana Cabot, el comisario Bastos, el inspector jefe Jordi Singla. El sargento Toni Crespo es el experto en la búsqueda de datos. El forense, el doctor Goyo Boada y él practicaban una especie de duelo verbal para ver quién recordaba la cita literaria más famosa, si bien Rebeca le reprochaba sus lecturas de libros de auto ayuda.
Malart se rige con códigos de conducta y humanos duros, se cuestiona y se tortura a sí mismo. Y al hacerlo va mostrando las contradicciones de la sociedad, no solo de su tiempo, sino de generaciones. En un espléndido monólogo al final del cuarto y hasta ahora su último caso, Malart se explica, porque para entender había que aceptar el pasado.
Los casos que investiga Malart son muy complejos, tratan de abuso de menores, de mujeres, de animales, de violación y asesinato, de violencia doméstica, de las consecuencias que sufren los hijos por los hechos de sus padres, de envidia y de codicia. Malart sabe que los tiene que enmarcar en los tiempos de crisis económica, social y moral. Y que siempre debía buscar los antecedentes familiares. Difícil de escribir sus reseñas, cualquiera quedaría corta.
El Verdugo de Gaudí (El asesino de la Pedrera) (2012).
“Barcelona era un parque temático y Gaudí, su atracción más insigne… Los ojos del mundo estarán puestos allí en aquel templo. El acto iba a ser retransmitido en directo a todo el planeta y sin escatimar en medios ni esfuerzos. La orden había sido tajante, todo debía estar ultimado para que el Pontífice pudiera llevar a cabo la ceremonia de consagración”.
“… dentro de 13 días habría terminado su labor, incluyendo un último acabado como correspondía a un artista de la forja. Sería algo audaz, genial, en consonancia con la obra”.
En los edificios concebidos por el célebre arquitecto barcelonés Antonio Gaudí (1852-1926), empiezan a aparecer personas asesinadas de forma cruel y espectacular. Una de esas construcciones es la Casa Milà popularmente conocida como “La Pedrera”. El asesino filmaba el proceso y lo subía a las redes. Había que detenerlo antes de que llegara el Papa.
Malart sospechaba que eran dos los criminales, y de un pasado compartido con las forjas de los edificios.
El ángulo muerto (2016)
Malart no cree que el hombre hubiera muerto por un infarto cuando entraron a su casa a robarlo mientras dormía, porque Tío, su perro no ladró.
Aparecerán perros muertos empalados en jardines públicos.
Un socio de un bufete de abogados es estrangulado en su departamento, en el mismo piso de este departamento una niña china jugaba con su cachorro.
El cuerpo sin vida de la joven Carolina Estrada aparece estrangulada en un parque, trabajaba en el área de gestión de impagos y clientes morosos en un despacho de abogados y estudiaba. Su ropa era sencilla pero su smartphone era muy caro. Malart se quedó impresionado por sus manos, extraordinariamente bien cuidadas. Vivía con su madre, con un padre discapacitado que se pasaba la vida viendo la televisión, y con Eloy un hermano más joven. Su amiga Elisa Roca les platicó que los fines de semana Carolina era la escort Jaque.
Malart contemplaba los hechos desde dentro, los veía como en una línea recta, como si condujeran a una misma dirección…
Dócil (2020)
Un joven con sangre en la ropa llegó a la comisaría. Era amigo de una joven que tampoco le importaba su imagen, ella era una solitaria con el aire de un pájaro herido, como él. Esa joven era la hija de quien él creía había arruinado su vida, necesitaba entrar a su casa, por lo que se pegó a ella como una sombra. El joven recordaba las moscas que flotaban sobre los cuerpos, había salido corriendo, no recordaba porqué había ido a esa casa, necesitaba protección, se cayó e hirió en la frente, “Pareja paria, pasión, pasivo, patán. Atravesó las torres Venecianas y desembocó por fin en la plaza. Redujo la marcha y respiró con alivio. Enfrente estaba el hotel a la derecha, la comisaría de los Mossos. Se dirigió hacia allí arrastrando los pies. Patético, patíbulo, pavor, picado, pena”.
Tremenda novela que ¿exagera? las consecuencias que sufren los hijos por los hechos de sus padres. La familia Corona Ugarte, el padre, la madre, una hija, un hijo y la abuela paterna fueron asesinados a golpes con una piedra durante la cena. La niña de dos años dormía en la habitación de arriba. ¿Se había salvado?
¿Se había salvado el joven cuando años atrás había quedado atrapado en los brazos de su madre asesinada junto con su padre?
Malart nadaba en el mar helado y contra la corriente. En sus investigaciones y en sus interrogatorios podía asumir el punto de vista emocional de casi cualquiera, empatizar, pero a veces no era posible. No se podía ganar siempre.
“Sólo sabían que había aparecido un chico a pocos metros de su comisaría empapado de sangre de arriba abajo y de tres grupos sanguíneos diferentes”.
La madre del joven insistía en que su hijo “era irritantemente dócil”.
Malart (2024)
La lujuria de Ivo Parés y Mónica Morera no se saciaba. Siempre deseaban más de las jóvenes que invitaban a su lujoso yate, la seducción, el acoso, la tortura y la muerte. Eran tan despiadados como ingeniosos para enmascarar su inmoralidad. Se sentían protegidos por sus familias ricas y poderosas. Malart estaba seguro de su culpabilidad.
Ivo Parés y Mónica Morera fueron asesinados en su lujoso yate. En la comisaría dudaban de las certezas de Malart, el asesinato del glamoroso matrimonio podía estar motivado por su riqueza o por las luchas entre grupos criminales rivales. Pero encontraron las huellas de Malart en el yate y Malart había desaparecido. ¿Se había ahogado? Se giraron las órdenes de arresto en su contra. Sesenta horas de búsqueda, horas de supervivencia de Malart encerrado en una barraca, atando cabos sobre su pasado y buscando a la joven misteriosa que lo había salvado.
El monólogo interior de Malart, al final del libro, es soberbio:
“Olvida lo que viste en el mar…
Tomó la autopista… ensimismado fijó la vista al frente… se alejaba de Barcelona, el cielo fue despejándose. Olvida lo que viste en el mar. Arrugó el ceño… Sea lo que sea, bórralo de la memoria…
Estabas en las últimas, tu cerebro te jugó una mala pasada, nada más. Aceleró hasta los 110… El cerebro, el maldito cerebro siempre a punto para sabotearlo.
Avanzó como una exhalación por la izquierda, 150. La mujer del delantal rojo y azul. Nuestra madre. Ahogando a un bebé en la bañera… Redujo la velocidad y cambió de carril hasta regresar al de los lentos… Meses acumulando angustia que culminaron en la bañera, el sentimiento de culpa, la sobreprotección de después. Siempre fuiste el niño bonito de mamá. Y su decisión de enviarlo lejos… con los abuelos, para salvaguardarlo de la insania que se respiraba en casa.
…A la derecha, aproximándose, …la silueta del hospital psiquiátrico donde tuvo que ingresar a su padre y también a su hermano Hugo, el gen, la esquizofrenia. ¿Piensas lo mismo que yo? De ser así, tal vez se había librado de la maldición de los Malart. …Sacudió la cabeza, nunca le habían gustado ni la ruleta ni la estadística. Una comparativa con el ADN de Hugo serviría para averiguarlo…
Basta de culebrón. Golpeó con furia el volante fuera de sí. Luego bajó la ventanilla para que el aire fresco le diera de lleno en la cara. Y el rótulo que indicaba la salida de la autopista. Le asaltó el recuerdo de otras huellas en la arena, de su sobrino Mark. …Aminoró la velocidad y concentró la vista en la carretera. Supo lo que tenía que hacer, poner fin a aquella partida demencial…
Frenó junto al promontorio y se apeó. …Subió a la carrera hasta lo más alto… su lugar preferido. Llegó a la cima y, jadeando, contempló la belleza del mar. El gran azul. Su azul. …Lo invadió una inusitada calma. Sesenta horas antes, las fuerzas lo abandonaron.
…convertir un final en un principio. …se asomó al precipicio. Entre las afiladas rocas del fondo, bien reducido espacio donde el agua era transparente, el fondo de arena. Se quitó la ropa con parsimonia. Una vez como su madre lo trajo al mundo, inspiró con hondura. Deshacerse de lo que no sirve. Lo que no tenía respuesta, mejor dejarlo estar, dar carpetazo. Soltar lastre. Se juró no volver a mirar atrás, así no había forma de mantenerse a flote. Reforzar el interior. Se acabó la lucha contra sí mismo, una pugna que no conducía a nada. Prepararse para renacer. Eligió un nuevo propósito, dejar de excavar.
…Volvió a asomarse. La apuesta era alta, como lanzar una moneda al aire, acabar o volver a empezar. Le atrajo el reto. Junto las manos, como en una plegaria. Todo era cuestión de apuntar bien. ¿Qué Malart, cómo lo ves…?”
ETIQUETAS: POLICÍA. ESQUIZOFRENIA.
Aro Sáinz de la Maza. El verdugo de Gaudi. España: Ed. Destino. 2020. 568p. E. Kindle.
—El ángulo muerto. España: Ed. Destino. 2020. 315p. E. Kindle.
—Dócil. España: Ed. Destino. 2020. 473p. E. Kindle.
—Malart. España: Ed. Destino. 2023. 464p. E. Kindle.
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