La hora azul (2005) del escritor peruano Alonso Cueto (1954), es el primer thriller de la trilogía “Redención”, las otras dos son La pasajera (2015) y La viajera del viento (2016).
Durante las décadas ochenta y noventa del siglo XX el gobierno de Perú sostuvo una sangrienta lucha contra el movimiento terrorista Sendero Luminoso, lucha que repercutió en la vida de sus habitantes. Este es el contexto de las historias de Alonso Cueto que las cuenta reproduciendo el habla suave del peruano “…quieren contarnos sus cosas, eso nomás quieren”, con su ritmo lento, con la repetición de posesivos y palabras, con el peculiar “nomás”, con la colocación del verbo después del predicado, al final de la frase: “…con tu marido, hemos estado, “…vimos puros cadáveres, bien torturados estaban”, “…pero su cuerpo, no tenemos”.
“…hay una chica, una mujer que conocí una vez, o sea, no sé si puedes encontrarla, allá, búscala si puedes, cuando estaba en la guerra. En Huanta. Una chica de allí. Te lo estoy pidiendo por favor. Antes de morirme” fueron las últimas palabras que le dijo su padre a Adrián Omarche.
“…una carta suya, he encontrado”. Entre las cosas de su madre, Adrián encontró una carta que le recordó la súplica que le había hecho su padre al morir. Los amigos de su padre sólo pudieron decirle su nombre, Miriam. Adrián viajó a Huanta y Huamanga, en la región de Ayacucho, al sur de Lima, en lo que fue territorio del movimiento terrorista armado “Sendero Luminoso” y buscando a Miriam encontró los horrores de una guerra monstruosa que causó miles de muertos. Se enteró que su padre había sido uno de esos militares que desde la trinchera gubernamental compitió con la crueldad de los senderistas. Que, siendo el comandante del cuartel de la marina en Huanta, sus soldados robaban jóvenes, casi niñas para su placer; luego de gozarlas se las entregaba a la tropa para que pasaran por todos y luego ordenaba que las mataran. Una de esas niñas-jóvenes había sido Miriam, quien una noche logró escapar del cuartel vestida de soldado y corrió sin parar “antes de que llegara la mañana, antes de que llegara la claridad donde estaba en peligro, la hora azul de la primera madrugada”, hasta refugiarse en Huamanga.
Cuando Adrian Ormache regresa a Lima de su viaje a Ayacucho, la curiosidad ya se había transformado en deseo de saber, de conocer, en obsesión y cuando la encontró, en fascinación, por Miriam.
Miriam se apellidaba Anco. En el registro catastral aparecieron un par de propiedades a nombre de Vittorino Anco, su tío “ …todo el tiempo buscándola, y ella estaba aquí nomás” se dice, cuando la encontró trabajando como peluquera en “La Esmeralda de los Andes”, en la municipalidad de San Juan de Lurigancho, el distrito de Lima más poblado del Perú, tan cerca y tan lejos de su casa en San Isidro.
“Que usted me andaba buscando, así me contaron” le dice cuándo se encuentran. Adrián se obsesiona, le hace el amor, le hace preguntas sobre su hijo Miguel, quiere darle esperanzas, pero, “es difícil cuando uno tiene tantos muertos que te hablan”. Adrián había nacido con todos los privilegios, era abogado con un prestigiado despacho, con una esposa refinada, culta y elegante- Y Miriam le abrió “las puertas del palacio de la indiferencia”.
Alonso Cueto ha dicho que La hora azul es un cuento de hadas, pero al revés. Adrián desde su estado de bienestar se enfrenta con la realidad de la desigualdad social, tan terrible como en todos nuestros países latinoamericanos.
Alonso Cueto, Lima, Perú. 1954.
Alonso Cueto. La hora azul. Perú: Planeta. 2012. 299 págs.
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